El rincón de Aranda

Carta desde la Purísima VIII

Como ya digo en el epistolario, que nuestros Héroes nos hace llegar desde La Purísima, esta “carta” es la de un cornetín de orden: “Queridos melillenses: me llamo Cipriano Jiménez Jiménez, tengo 23 años y soy Corneta del Bon. Cazadores de Figueras 26. Nací el 16.09.1885, en Sta. María de los Caballeros, un pueblito de Ávila;…

…aunque creo que mi madre me trajo a la vida, en la aldea de Carrascalejo, situada junto a Navarregadilla de Los Cuartos y El Collado, del Partido Judicial de Barco de Ávila. Os escribo desde el Osario del Panteón de Margallo, junto a varios compañeros. A mi me mataron los moros en Sidi Musa, el 23.07.1909, creo que fue el mismo día que al Coronel, D. Venancio Álvarez Cabrera. Un hombre muy querido por todos nosotros, y con un gran espíritu militar, pero de gran corazón hacia sus subordinados. Él sabe que, cuando lo mataron, lo ascendieron a General de Brigada, de lo cual se siente muy orgulloso. Su entierro fue el sábado 24.07.1909, al que toda Melilla acudió con fervor, y solemne respeto. También se le puede ver, de vez en cuando, charlar con unos cuantos moros amigos, en su lengua, que creo es el árabe, que hablaba a la perfección. Yo sé que los diarios de la época se referían a nuestro Coronel, como hombre afable y bondadoso, y si me lo permiten, tanto mis compañeros, como este que les escribe, podemos dar fe de ello. Cuando iba destinado a la Comisión Mixta de Reclutamiento de Almería, el General Marina, conocedor de sus grandes dotes militares, lo “rescató” para su traslado a Melilla. Todo esto que les cuento es lo que durante más de un siglo no hemos parado de comentar. Sobre mi persona, como ya sabéis, fui el Cornetín de Orden del Bon. de Cazadores de Figueras 26, que muchos suelen llamarme: “Turuta”. Con quien ando, cada día de paseo por este jardín es con mi paisano, del mismo pueblo, Eustaquio Chapinal Jiménez, muerto el 30.09.1909, en el Zoco de Beni Bu Ifrur, y con Anacleto Arranz Francisco, de Castrillo del Duero, en Valladolid, también perteneciente, como Eustaquio, a mi mismo batallón. Anacleto murió en el Hospital Militar, a consecuencia de una infección por las heridas sufridas en el frente. El médico dijo que era de septicemia. El pobrecito lo pasó muy mal, pero al fin, el 5 de agosto, se reunió con nosotros; y aquí estamos, escribiendo entre los tres, una carta dirigida a todos vosotros, melillenses de buena fe, para que nos recordéis siempre. Mis amigos me dicen que hay muchos compañeros que están escribiendo cartas dirigidas a los lectores de este periódico. Eustaquio, que es un pensador empedernido, cree que es debido a la tristeza que todos sentimos, por la desidia y el olvido de muchos compatriotas. Sean cuales sean los motivos, con estas líneas, desde este precioso jardín yo me despido de ustedes con un fuerte abrazo, esperando sus visitas, que tanto nos alegran a todos”.

Y como el Corneta, Cipriano Jiménez, yo también les dejo, pero con la siguiente reflexión: Gracias a los que están enterrados en nuestro Cementerio: militares y civiles, muertos en tiempos de paz y de guerra, les debemos el disfrute de la españolidad, de nuestra cultura e idiosincrasia, que existe en nuestra ciudad, Melilla, desde 1497. Y al que le pese…, usted tiene la palabra. Así, tal cual.

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