Si nos hacemos partidarios engendramos la injusticia y, por tanto, la deshonestidad en la sociedad. El ciudadano debe ser neutral, como el rey, que acepta todas las ideologías y ninguna le afecta apasionándole. El Pueblo es más que el rey, pero con la diferencia de que el rey sabe que ésto es así y el Pueblo no. Por eso el verdadero Rey no es aquel que ordena y manda, sino el Guía del Pueblo, que defiende, no su libertad, sino su identidad. Mientras el Pueblo ignore su identidad será utilizado, convirtiéndose en masa, populacho, partidarios y consumidor. Y este cardumen es el que sirve de pasto a los malos políticos. Que por regla general son casi todos. ¿Por qué? Sencillo. No hacen política, se atrincheran en partidos y ya se sabe, partido viene de partida… “romper”… “disgregar”… “confiscar”… “imponer”… etc., etc., hasta concluir en la “partida del vivillo”, que era uno que se creyó más vivo que los demás, y no es porque lo fuera, simplemente porque los demás aceptaron considerarse más “muertos”. Por lo tanto, no lo olvides, la libertad no existe; sólo existe la persona que se considera libre.