El delegado del Colegio de Logopedas de Andalucía en Melilla, Carmelo Fernández, deja patente su apoyo a la necesidad de la colegiación como un vehículo tanto de respaldo al profesional a la hora de ejercer su labor, como de 'control de calidad' para los pacientes y la sociedad en su conjunto. Así lo afirma en la entrevista que publica este mes el Boletín mensual del Colegio andaluz. Carmelo Fernández recibió en 1993 el título de Especialista Superior Universitario en Perturbaciones de la Audición y del Lenguaje (Logopedia). Al año siguiente un grupo de logopedas melillenses se unen y crean la Asociación Melillense de Logopedas.
Después, sin perder la esperanza de poder crear el Colegio Melillense, comienzan a colegiarse en el de Andalucía. En el año 2004 la actual decana, Mª del Carmen Martín Garrido ofreció a los logopedas melillenses un acuerdo de colaboración para crear la delegación en Melilla e incluir a un vocal de la ciudad en la junta de gobierno andaluza. Ese puesto lo viene ocupando el propio Carmelo Fernández desde entonces. La acogida en el colegio andaluz a los logopedas melillenses ha sido siempre fraternal, "razón por la cual siempre he puesto todo mi empeño en lograr lo mejor para los logopedas de esta bendita tierra andaluza y en que la delegación de Melilla jamás sea una carga sino todo lo contrario".
Colegiación
El logopeda melillense, en relación a la importancia de la colegiación, señala que profesionales, pacientes y sociedad en general "aún no somos conscientes de la importancia de este tema". "Los colegios profesionales en este mundo actual tan complejo, donde es tan fácil mentir y engañar, tienen la enorme responsabilidad de defender a los titulados, de reconocerlos, de formarlos, de representarlos. El instrumento que representa nuestro Colegio siempre lo he entendido como un 'control de calidad' para la profesión de logopeda que en los tiempos que corren es imprescindible para una sociedad del bienestar", afirma.
A los nuevos profesionales que intentan abrirse camino en la Logopedia, les pide que nunca dejen de tener la necesaria fuerza de la juventud para pedir "lo imposible". Les pediría además que "no piensen en la Logopedia como una forma de ganarse la vida sino como una pasión para su vida; les pediría que nunca sean unos viejos sabelotodos y siempre se sientan alumnos que necesitan saber más de Logopedia y para la Logopedia; les pediría que miraran a sus pacientes como si fueran ellos mismos y se preguntaran siempre que les gustaría que el logopeda hiciera por ellos; les pediría que nunca cierran puerta alguna ni a las personas que nos necesitan ni a los conocimientos novedosos; les pediría que se olviden de la soberbia y sean antes que otra cosa humildes ante el paciente".