El rincón de Aranda

9.07.1909-18.09.2016

melillahoy.cibeles.net fotos 1705 Juan Aranda web

Leyendo este periódico de hoy 19 de septiembre, que “tres ciclistas de Melilla han sido atacados en Marruecos con hacha, cuchillo y machota”. Uno de los agredidos dice que han vuelto a nacer; y convencidos de que querían matarlos, ya que ni les intimidaron para robarles. Uno recibió un hachazo y dos puñaladas; otro un golpe con una machota y el tercero a pedradas.

Otro dice que no volverá a pasar la frontera hacia Marruecos, ni en bicicleta, ni en coche, ni en globo; y no se molestará en renovar el “papel verde”.

Bueno, pues conforme iba leyendo esta noticia me vino a la memoria otra agresión que ocurrió hace 109 años, a unos obreros del ferrocarril en el mismo lugar; aunque aquélla fue más sangrienta y trágica, con cuatro muertos. Los hechos de entonces ocurrieron así: El 7.07.1909, el Caid de Segangan, Mohammed Mizzián, reunido en Hardún, (altos del Gurugú), con Chandly de Mazuza, Abdelkader de Beni Sicar, Al Cal de Beni Sidel, Mohan Mizzián de Beni Bugafar, y Omar de Mtalza, con su fogosidad y odio hacia los españoles, anima a todos a la lucha sin piedad contra el infiel (sic) (¿les suena esa palabra?). En esa reunión se habló sobre la conveniencia de permitir los trabajos del ferrocarril. Chadly y Mizzián intentaron más tarde que otros notables se negaran a esa obra, sin que éstos se pusieran de su parte. Ellos dieron el hecho por consumado y ordenaron a sus partidarios que atacaran “valientemente” a los obreros desarmados.

Una de las calles principales en el Barrio del General Del Real, está rotulada con la fecha 9 de julio, inmortalizada del mismo modo que muchas otras gestas heroicas en toda España. Las consecuencias que derivaron ese 9.07.1909 para la Nación fueron trágicas y sangrientas, y todo empezó en los mismos lugares donde han sido atacados recientemente nuestros ciclistas.

Eran las seis de la mañana, de aquél 9 de julio cuando Gregorio Otero, capataz en la construcción de la línea férrea que uniría Melilla con el exterior, y trece braceros que le acompañaban, se dirigían a la 2ª Caseta, un lugareño les advirtió que muy cerca de allí se encontraban algunos moros que querían hacer prisioneros para canjearlos por los que el General Del Real tenía cautivos del apresamiento de Quet. Los trabajadores no daban crédito a lo que oían, y el capataz, se propuso avisar al ingeniero Sr. Becerra en cuanto estuviesen en la Caseta, cosa que hizo. Pero al distribuir las herramientas, observó que los rifeños eran reacios a empezar la faena, yéndose él con tres españoles al arroyo de Sidi Musa, donde empezaron el trabajo de cimentación de un puente.

Algunos minutos después escucharon una descarga de fusilería hecha desde una distancia de diez metros, cayendo mortalmente heridos los obreros: Emilio Esteban de Xerica, casado y con dos hijos, Cristóbal Sánchez, casado y sin hijos, y el mulato cubano, Tomás Almeida. Los demás, indefensos para luchar contra armas de fuego, apelaron a lo tradicional en estos casos, correr sin descanso, ya que sabían que serían hechos prisioneros, no sin antes ver como los rifeños remataban a los heridos dándoles con piedras en la cabeza. Mientras, los sicarios de Mizzián y Chadly los corrían a tiros, y así cayó otro obrero, Salvador Pérez, y herido en un antebrazo otro compañero.

La fortuna para ellos fue encontrarse a un pastor que entre la 2ª y1ª Caseta apacentaba su ganado, quien, demostrando un gesto humanitario, los acogió con solicitud, anunciándoles que en la vía férrea, muy cerca de allí, estaba funcionando una locomotora. Corrieron todos hacia allá, montaron en ella y se dirigieron a Melilla. Al llegar a la Posada del Cabo Moreno los recibieron soldados del Rgto. África 68, al mando del Tte. Coronel Enrique Baños, que tenia la misión de vigilar las vías del ferrocarril. Estos obreros explicaron aterrorizados lo ocurrido a sus compañeros, y de lo patético del relato se dedujo que los moros emboscados entre las 2ª y 3ª Casetas, hicieron varias descargas contra el equipo de trabajadores desarmados, y cuatro de ellos habían caído.

El Tte. Coronel Baños manda urgentemente a la Plaza a dos soldados con la misión de comunicarlo al General Marina, y mientras él, con las dos compañías del África 68, embarcó en cuatro vagones que habían enganchado previamente junto a la locomotora que trajeron los obreros. En Melilla se produce una gran conmoción, que imagino semejante a lo ocurrido a los ciclistas. En el Hipódromo se va concentrando una columna con el General Marina y su Estado Mayor en pleno, dos compañías de la Disciplinaria, cuatro del África 68, la batería de montaña del Grupo Mixto y dos secciones de Sables del Escuadrón de Melilla. En la ciudad, el General Del Real y Sánchez Paulete, 2º Jefe de la Comandancia, prepara otra columna de reserva con dos compañías del Melilla 59, entre cuyos oficiales se encuentran veteranos de Ultramar, otra del África 68, la batería de montaña del Grupo Mixto al mando del comandante José Royo de Diego (que más tarde sería laureado a título póstumo), y una sección de cañones “Plasencia”, al mando del Teniente Joaquín Romay Mancebo. Con este movimiento de fuerzas, al son del “Baile del Gurugú”, dió comienzo la primera guerra del siglo XX en los campos de Marruecos.

Como ya digo al comienzo, las circunstancias, y los hechos de aquéllos años, fueron muy distintas a las actuales, pero la maldad y el salvajismo de los agresores son idénticas. Y Hablando en Román Paladino, yo creo que si los salvajes de aquél 9 de julio de 1909, fueron unos cabrones cobardes éstos, además de cabrones y cobardes, han demostrado que carecen de escroto. Desde estas líneas les deseo, de todo corazón a los ciclistas, una pronta recuperación.

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