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Vuelve la Inquisición

“Toni Nadal no es que haya dicho nada escandaloso, ni comparto las acusaciones de machismo que algunos le han hecho. Es que ha demostrado un enfado incomprensible por el hecho de que no se haya nombrado como capitán del equipo de Copa Davis a la persona que él, o ellos, los entrenadores y jugadores de élite, hubieran decidido” Gala León fue una buena jugadora de tenis que llegó a ser la 27 del mundo. Coincidió, en parte, con la época dorada de Arancha Sánchez Vicario y Conchita Martínez y, como ocurre ahora con Nadal y el resto de los tenistas masculinos españoles, no alcanzó una gran notoriedad, ensombrecida por aquellas dos fenómenos. Tras retirarse como tenista profesional Gala formó una Escuela de tenis y entrenaba especialmente a una tenista, Lucía Cervera, que precisamente ganó el último torneo internacional celebrado este año en Melilla. Desde el 1 de septiembre se añadió a ese equipo de uno un joven tenista de 16 años recién cumplidos que venía de ganar en las últimas semanas un torneo nacional, en Béjar, y otro internacional, en Malta, Francisco Bohórquez, mi nieto mayor.
La decisión de que Francisco dejara su anterior Club y pasara a entrenar con Gala la tomamos, además de ella, él, su padre y yo. El factor que nos decidió fue la impresión de gran luchadora y trabajadora que Gala León nos transmitió y estoy seguro de que han sido esas dos características suyas las que decidieron, pocas semanas después, al presidente de la Federación Española de Tenis a nombrarla directora general deportiva de la Federación, primero, y poco después capitana del equipo español masculino de Copa Davis -que acababa de perder la primera categoría de un Torneo que España había ganado cinco veces- tras la dimisión del anterior capitán, el ex jugador y primer español que logró ser número 1 del tenis mundial, Carlos Moyá, gran amigo y casi vecino de Rafa Nadal, por cierto.
Hasta ahí todo normal, pero lo curioso, e inesperado, ha sido la manera de reaccionar de algunos de los tenistas de élite españoles y muy especialmente la del tío y entrenador del gran Rafa, Toni Nadal, una persona que siempre ha dado sensación de comedimiento y sensatez, virtudes muy bien transmitidas a su sobrino y pupilo, por cierto. No es que haya dicho nada escandaloso, ni comparto las acusaciones de machismo que algunos le han hecho. Es que ha demostrado un enfado incomprensible por el hecho de que no se haya nombrado como capitán del equipo de Copa Davis a la persona que él, o ellos, los entrenadores y jugadores de élite, hubieran decidido. Con el agravante de que tal manera de proceder, habitual hasta ahora en el tenis, había terminado por llevar a España a una categoría tenística inapropiada para una gran potencia como es nuestro país, y que el objetivo inmediato -además de gastar el menor dinero posible, porque la Federación Española de Tenis, como casi todas las demás Federaciones, lo están pasando muy mal, económicamente hablando- es intentar volver a la primera categoría, algo para lo que la combativa y trabajadora Gala León, aún teniendo un historial tenístico menos brillante que algunos, está perfectamente capacitada, como el tiempo, si le dejan de poner absurdos obstáculos, demostrará.
En el mundo del deporte hay muchos torpes, me decía mi amigo Pablo Martínez, presidente de la Federación Melillense de Tenis y una persona trabajadora, con gran capacidad organizativa, a la que se le ha dejado organizar muy poco en el tenis local, que está a un nivel inapropiado para lo que fue y puede/debe ser el tenis melillense. Lamentablemente eso, lo de la torpeza y la resistencia al cambio, a cualquier tipo de cambio, es verdad, y las reacciones que ha suscitado el nombramiento, por quien tiene que nombrarla, que es la Federación Española, de Gala León es una prueba de ese mal que aqueja al deporte y a la sociedad española en general.
Claro que hasta en la torpeza hay grados, y llegar hasta el nivel de torpeza cerril, de incapacidad, de incompetencia, de inutilidad, de necedad a la que llega ese tipejo llamado Juan José Medina, no es fácil.
Leía yo hace días un libro de José Luis Corral, "El médico hereje", y me llamó la atención un párrafo en el que se decía, a propósito de la vida de Miguel Servet, que para que la Inquisición se pusiera en marcha bastaba con una denuncia ante el Tribunal, que fue lo que hizo, a través de un tercero, Calvino, que odiaba a Servet porque le había puesto en ridículo públicamente en varias controversias teológicas y que acusó al médico español vía Mateo Ory, fraile dominico e inquisidor general de Francia, uno de los inquisidores más crueles, y más dedicados a intentar ascender, de aquellos tiempos en los que la Inquisición era todopoderosa. "Aquellos tiempos" de la denuncia que sufrió Servet y que puso en marcha a la Inquisición fue el año 1553, hace poco menos de quinientos años, nada menos.
Pero la historia, con diferentes grados de intensidad, tiende a repetirse. Hoy ya no existe la Inquisición, pero sí hay personas con cierto espíritu inquisitorial que se ponen en marcha cuando un tipo, Calvino o quien sea, aunque sea un necio denunciado por calumnias como Juan José Medina, hace una denuncia falsa, absurda, reflejo de la patética personalidad que el tal Medina muestra una y otra vez en sus repugnantes escritos y comentarios. Una denuncia precedida de filtraciones gravísimas y de apoyos políticos de condenados como Velázquez, del PPL, procesados como Dionisio Muñoz, del PSOE, o empleados de un enemigo acérrimo del PP, Gustavo Cabanillas, el empresario que, desde hace muchos años, recibe más dinero en Melilla de la Administración Pública.
Que persista, y se note tanto, cierto espíritu inquisitorial en Melilla es malo, pero que ese espíritu se sufrague con dinero público es aún peor. Que los que malutilizaron el dinero y un puesto en una empresa pública y tuvieron que ser expulsados de ella, caso de Medina, o los que no han logrado en las urnas su objetivo político de gobernar en nuestra ciudad lo intenten conseguir judicializando la política, obtengan atención desde algunos poderes públicos es aún peor que lo peor. Jamás conseguiremos el verdadero cambio que Melilla necesita si no cambiamos de actitud, si no se castiga a los filtradores, a los calumniadores, a los verdaderamente corruptos.
Posdata. Me ha alegrado mucho la dimisión de Gallardón y espero que esta vez se haya ido de verdad. Siempre me ha parecido un político nefasto y que deje de enredar es muy bueno para la política española.

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