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“Viva la libertad, viva Cataluña y viva España”

La «mayoría silenciosa», por fin, ha dejado de serlo, y ese es el camino, a falta de un Gobierno más activo, para terminar con esta locura separatista a la que nos quieren llevar nacionalistas y populistas/comunistas/antisistemas Gran parte de España estaba pendiente ayer de la manifestación en Barcelona, que podía representar un giro radical respecto a todas las manifestaciones anteriores producidas en Cataluña. Y así ha sido, afortunadamente. Poco más de 1.000.000 de personas, según los organizadores, algo menos de 400.000, según la Guardia Urbana barcelonesa -lo extraño es que reconocieran más de 30.000 asistentes, por ejemplo- estuvieron manifestándose en la Ciudad Condal (no Real) con extraordinario civismo (no como en las anteriores manifestaciones), con banderas constitucionales (no anticonstitucionales), sin agresiones a las fuerzas del orden público, (los Mossos, convertidos en fuerzas anticonstitucionales, brillaron por su ausencia), sin insultos a España ni a Cataluña. Fue, por fin, un espectáculo esperanzador y muy beneficioso para la inmensa mayoría de los españoles e incluso de los europeos.
«No estáis solos» era el lema principal de la manifestación de ayer. Se referían a los catalanes que se sienten también españoles y que, en general y con toda razón, se han sentido abandonados, desprotegidos por los gobiernos nacionales, por el Estado que, como indican muchos analistas y como han sentido y lamentado tantos españoles que viven en Cataluña, ha abandonado a los catalanes españolistas desde hace muchos años.
Mario Vargas Llosa, uno de los manifestantes, destacó en su brillante discurso final que la democracia española está en Cataluña y está para quedarse. «España es una tierra de libertad y eso, 500 años de historia, el independentismo no lo va a destruir», ni España va a permitir, añadió, que «una conjura que quiere reducirla a país tercermundista» triunfe. «Viva la libertad, viva Cataluña y viva España», exclamó el premio Nobel, para cerrar su discurso.
Josep Borrell, en catalán, se dirigió a los manifestantes, refiriéndose a los últimos acontecimientos del Parlamento catalán, diciéndoles «vosotros no sois súbditos, sois ciudadanos; los que no pensamos como los nacionalistas somos tan ciudadanos como ellos». Calificó como «una vergüenza democrática» el control de los medios de comunicación públicos (atención, Melilla) y reclamó al «Sr. Puigdemont» que «no tire este país al precipicio». Terminó su discurso con una crítica, fundada, a ciertos grandes empresarios catalanes que ahora han trasladado sus sedes empresariales fuera de una Cataluña en peligro de guerra civil. «¿Por qué no lo habéis dicho y hecho antes?, les recriminó, con el acertado argumento de que, si lo hubieran hecho antes, muy probablemente la situación no habría llegado al nivel tan peligroso y nocivo al que ha llegado. Terminó recordando a los nacionalistas que el Derecho Internacional no está de su lado y recomendándoles que dejen de mentir.
El último discurso fue el del presidente de la Sociedad Civil Catalana, organizadora del impresionate acto, que insistió en que Cataluña no es sólo de los independentistas- como la manifestación puso de manifiesto- y que «no nos vamos a callar más». Como decía Enrique Bohórquez en su Carta del Editor de ayer, la «mayoría silenciosa», por fin, ha dejado de serlo, y ese es el camino, a falta de un Gobierno más activo, para terminar con esta locura separatista a la que nos quieren llevar nacionalistas y populistas/comunistas/antisistemas.
A propósito, más que merecidos los abucheos que recibió Pablo Iglesias en la estación de tren de Barcelona. Está recibiendo, por fin y tras que la mayoría silenciosa se ponga a hablar, dosis, civilizadas, de su propia medicina, incivilizada. Es de esperar que, en su momento, reciba el castigo democrático que se merece este estalinista irredento.
También sería conveniente, ahora y tras comprobar lo que ha pasado con la manifestación, atender la propuesta que Albert Rivera repitió ayer, durante la manifestación, y que ya había hecho el jueves en su conferencia en La Razón: celebrar a corto plazo elecciones autonómicas en Cataluña, para comprobar qué partido es qué y qué lideres lo son o han dejado de serlo. Que a Puigdemont no le guste la idea, como aseguró Rivera, es un buen augurio sobre la conveniencia de convocar esas elecciones autonómicas, tras dar el Gobierno -Mariano, haz algo, por favor- los pasos previos necesarios.

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