Carta del Editor
MH, 26/1/2024
Enrique Bohórquez López-Dóriga
«Desde este momento, el declive de EEUU ha acabado”, dijo Trump, una vez investido como presidente entre los mármoles del Capitolio washingtoniano. Trump, 47º presidente USA, “juró”- no “prometió”- sobre la misma Biblia que utilizó Abraham Lincoln -uno de los personajes más singulares de la historia contemporánea y 16º presidente USA- durante su ceremonia en 1861.
El hombre de la calle no veía a Lincoln como un político, sino como un salvador, aunque él insistiera muchas veces-y sin duda no por aparecer como humilde, sino porque lo creía así- que fue el pueblo quien salvó al país. Y lo dijo, como ahora lo hace Trump, con simplicidad. Trump, con su “Hagamos grande America otra vez” (Make America great again), un slogan que ya utilizó Ronald Reagan en su campaña electoral de 1980, ha llegado, con simplicidad, al pueblo americano, que le ha creído. Que un personajillo como Sánchez le critique, que vea mal que los que triunfan en la vida real, en el mundo empresarial, apoyen al nuevo presidente norteamericano, es un indicio más de que, en este caso, en este momento y en ese tema, Trump ha acertado donde pretendía acertar, en su propio país.
Trump, con su “Hagamos grande America otra vez” (Make America great again), un slogan que ya utilizó Ronald Reagan en su campaña electoral de 1980, ha llegado, con simplicidad, al pueblo americano, que le ha creído
Pedro Sánchez, esa pesadilla para España, un experto en meter la pata, un ideólogo de pacotilla, pide a la UE “rebelarse” frente al “poder omnímodo” del magnate, contra la “tecnocasta” de Silicon Valley. Simultáneamente, el genial dibujante Ramón, en una de sus ilustraciones en el diario ABC, la del martes pasado, dibuja y pregunta: “Para qué se ha hecho (Sánchez) con Telefónica”, pregunta uno de sus personajes. “Para eliminar las llamadas y wasaps de su señora, su hermano y su fiscal”, contesta el otro, que por ahí pasaba. Sanchez se hace con Telefónica, coloca en la presidencia a uno de los suyos, se hace con la tecnocasta española… y crítica a Donald Trump por apoyarse en la “tecnocasta” de su país, cuya valía los hechos demuestran.
Es una muy buena idea lo del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DODGE, en inglés), liderado por Elon Musk -Tesla, SpaceX, Neralink, X (antes Twitter)- y por el excandidato presidencial Vivek Ramaswamy, cuyo objetivo es un recorte radical del gasto público y el aumento de la eficiencia económica. Ojalá Juanjo Imbroda hubiera hecho lo mismo. Lo intentó, pero abandonó muy pronto, en eso como en tantas otras muchas cosas. El peso del partido y de la burocracia (más bien burrocracia) le ha superado y le ha impedido concretar el paso que Melilla necesita, no solo para crecer, sino y sobre todo, para sobrevivir.
Pedro Sánchez, esa pesadilla para España, un experto en meter la pata, un ideólogo de pacotilla, pide a la UE “rebelarse” frente al “poder omnímodo” del magnate, contra la “tecnocasta” de Silicon Valley
Es muy mala cosa que un tirano como Sánchez siga en la presidencia de un país tan grande como España. Macbeth, que fuera rey de Alba (Escocia) desde 1040 hasta su muerte en combate, el 15 de agosto de 1057, es el tirano protagonista de uno de los más célebres dramas de Shakespeare. Federico Trillo, que fuera presidente de las Cortes, escribió un gran libro, “El poder político en los dramas de Shakespeare”, al que admiraba mucho y estudió aún más. Macbeth, concluye Trillo, es “la ambición pura, el más acabado modelo del tirano irredento”, que termina en las absolutas soledad y desconfianza, como recoge Shakespeare cuando Macbeth ya presiente su próximo final: “Ya he vivido más de lo suficiente. Y todo lo que debería acompañar a la vejez, como honor, obediencia, amor y amigos, no debo pretenderlo; en su lugar, maldiciones muy profundas, servil adulación, palabras que el pobre corazón quisiera negar sin atreverse”.
En junio del año 2005 el Pleno de la Asamblea de Melilla, con las abstenciones del CpM de Aberchán y del PSOE local, aprobó la propuesta de reivindicar el cumplimiento de la Disposición Transitoria V de nuestra Constitución que contempla la posibilidad de que Melilla pueda ser Comunidad Autónoma plena. Han pasado 20 años y seguimos sin ser o formar parte de una Autonomía
Estoy escribiendo el tercer tomo de “Melilla, España, en peligro. Historia vívida de un Editor”, que cubrirá el largo período de 2005 hasta el final de 2024 y que espero poder publicar a finales de abril de este año.
Leo, en el análisis del primer año del libro, que en junio del año 2005 ocurrió, y lo recojo, lo siguiente: El Pleno de la Asamblea de Melilla, con las abstenciones del CpM de Aberchán y del PSOE local, aprobó la propuesta de reivindicar el cumplimiento de la Disposición Transitoria V de nuestra Constitución que contempla la posibilidad de que Melilla pueda ser Comunidad Autónoma plena.
Han pasado 20 años desde entonces y seguimos sin ser o formar parte de una Autonomía, con Ceuta, como yo propongo, para ser iguales al resto de los españoles. Apenas queda ni el recuerdo de aquella petición formal de hace 20 años, a pesar de que Juanjo Imbroda era el presidente de la Ciudad entonces y también lo es ahora. Desgraciadamente para Melilla, el PSOE gobernaba en el Estado antes…y también ahora.
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Trump y la “tecnocasta” de Sánchez
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