Reflexionábamos hace unos días desde estas mismas líneas sobre una triste realidad, y es que Europa es la que últimamente viene a sacarnos las castañas del fuego más que el Gobierno de nuestro país. Lo constatamos cuando Josep Borrell, el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, respondió a Marruecos que Melilla y Ceuta son ciudades españolas, “territorios que pertenecen a la Unión Europea y forman parte de su frontera exterior”, y donde se aplica “el Derecho de la Unión Europea”.
No sabemos si el capítulo del mapa de Marruecos que la Embajada de ese país en Madrid también dará para un posicionamiento de Europa, aunque sea tardío, pero el motivo de este Editorial no es ese, sino la denuncia que presentará ante la Comisión Europea Melilla en Verde por las obras que se están haciendo en una de nuestras joyas naturales sin que, a priori, se estén respetando las normas europeas y estatales que vienen dadas por su doble protección como LIC (Lugar de Interés Comunitario) y ZEC (Zona de Especial Conservación).
Los ecologistas se echan las manos a la cabeza con lo que está sucediendo en el Barranco del Quemadero, un paraje natural que está siendo arrasado por máquinas para meterle hormigón en unas obras del Ministerio del Interior para reforzar la valla. Pero el coladero en el que se ha convertido la Zona Norte, con pateras constantes como hemos podido ver este verano, no puede ser excusa para saltarse a la torera las normas que protegen nuestra naturaleza. Debe haber otras soluciones, empezando por dedicar más recursos técnicos y humanos que impermeabilicen de verdad nuestras fronteras. Veremos si Europa, como siempre últimamente, es la que viene a nuestro rescate en este asunto antes de que sea demasiado tarde.
