GRAF6753. RABAT, 13/02/2019.- Los reyes Felipe y Letizia, el rey Mohamed VI (2d), y su hijo, el príncipe heredero Moulay Hassan (i), durante la cena de gala ofrecida por Mohamed VI a los monarcas españoles este miércoles en el Palacio Real de Rabat. EFE/Juanjo Martín
Prácticamente toda la prensa nacional se ha hecho eco de lo que podría interpretarse como el primer gesto de distensión de Marruecos con España desde que empezó la crisis ente ambos países, crisis que tuvo su punto culminante con la entrada de unos 10.000 marroquíes a Ceuta y cientos a Melilla en mayo. Todo ello tras un conflicto se achacó en un primer momento a la atención humanitaria que se le prestó en un hospital de Logroño al líder del Frente Polisario Brahim Gali pero que en realidad tenía como trasfondo la presión que ejerce Marruecos sobre el Ejecutivo español para que reconozca al Sahara como marroquí, como hizo el presidente Donald Trump el pasado 10 de diciembre de 2020. La primera consecuencia de ello fue la suspensión de la Reunión de Alto Nivel (RAN) entre ambos países que iba a tener lugar ese mes y que se aplazó sine die, con la excusa del covid-19, cuando el reino alauí no dudó en mantener reuniones con otros países en fechas posteriores y con la pandemia golpeando aún más fuerte.
Ese detalle del que les hablamos podría parecer poca cosa, pero viendo el punto al que llegaron las relaciones hispano-marroquí, concretamente al de no coger el teléfono a la que era ministra de Exteriores Arancha González Laya, es ya un paso. Nos referimos a la decisión de las autoridades marroquíes de invitar al representante de la Embajada España en Rabat a una visita guiada a la sede de su servicio antiterrorista junto con diplomáticos de otros países. Los medios subrayan que, en eventos similares anteriores, sobre todo los que organiza el Ministerio marroquí de Exteriores, España ha sido excluida de la invitación, supuestamente como repercusión por la crisis diplomática entre ambos países.
El hecho de que hayan pasado ya unos meses desde el punto álgido de la crisis, que se esté enfriado el asunto Gali y que en Exteriores hay un nuevo ministro, en este caso José Manuel Albares, que nada más tomar posesión del cargo citó expresamente a un único país, Marruecos, al que se refirió como “gran vecino y amigo” de España, pueden ser algunas de las razones que habrán tenido algo que ver con dicho gesto, que dista aún mucho de convertirse en una relación de “países amigos” pero que suponen al menos un primer paso, en la normalización de dos naciones soberanas que, como fronterizas que son, están condenadas a entenderse, a pesar de sus diferencias y sus disputas. Sus pueblos se lo agradecerán.
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