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Menos de un mes para unas elecciones vitales

Que los máximos responsables de la paralización administrativa local sean unos políticos irresponsables, inútiles, egoístas, envidiosos, rencorosos, egocéntricos (los Liarte, Dionisio y compañía) a base de denuncias mil, la mayoría sin sustancia ni razón más allá que la de intentar asustar a algunos funcionarios, no redime totalmente de responsabilidad a los políticos que ostentan el poder. Queda ya menos de un mes para el gran día de las elecciones locales del 24 de mayo, ese oscuro, nada ocultado, objeto de deseo por parte de todos los aspirantes a ocupar cargos políticos. Unas elecciones que, como vengo diciendo desde hace mucho tiempo, son trascendentales para Melilla, que actualmente se encuentra en una situación más cercana al desastre que a la normalidad. Una situación de la que saldremos o en la que nos hundiremos, quizás sin remedio, si los melillenses no acertamos con aquello que votemos, o si, por decirlo con mayor precisión, no aciertan aquellos a los que hayamos votado.
Muchos de los melillenses con los que hablo, que son muchos, me manifiestan su intención de no votar, desilusionados o claramente asqueados con lo que ocurre en la política local. Es una opción comprensible, desde luego, pero, en mi opinión, nada práctica, porque, votemos o no, aquellos que salgan elegidos, con muchos o con pocos votos, constituirán el poder ejecutivo, legislarán, ejecutarán, pondrán o quitarán impuestos, los subirán o los bajarán, etc. Siempre digo, cuando me comentan lo de no votar, que el ideal de todo político con ansias de dictador es que sólo vote un ciudadano y que ese ciudadano le vote a él. Así tendría el poder absoluto.
Otros muchos, que antes votaron al PP -que, recordemos, obtuvo una holgada mayoría absoluta en la penúltima y en la última elección local- me manifiestan su desilusión con tal partido, algo lógico porque, en primer lugar, gobernar desgasta y, en segundo término, porque no se puede agradar a todos en todo lo que piden o creen merecer. Pero también es cierto que el PP local, como el nacional, tiene una extraña tendencia: la de tratar mal a los que les apoyan y bien a los que les atacan. El PSOE, por ejemplo, tiene la tendencia contraria: no deja vivo en un cargo público a alguien que no sea de su partido, ni presta el más mínimo apoyo a quien no le ayuda u obedece. La conclusión a la que se llega con la extraña táctica del PP es que los enemigos siguen siendo enemigos (el diario El País, por ejemplo), mientras que los amigos, vapuleados, van dejarlo de serlo (ejemplos múltiples, locales y nacionales).
Un tercer grupo de mis interlocutores me dicen que votarán cualquier cosa que no sea la misma, porque ese cambio drástico que Melilla necesita no se puede hacer con los mismos mimbres. Esta me parece, de entre los tres grupos de posibles decisiones electorales que comento, la opción más sensata, la más eficaz, la que tiene más en cuenta que en la política, como en la vida misma, lo mejor es enemigo de lo bueno y que, en la práctica y a menudo, no se puede elegir lo ideal, sino lo posible, no lo bueno, sino lo menos malo. Y al mismo tiempo hay que compaginar esto con la ineludible necesidad de ese cambio drástico que Melilla necesita de una manera ineludible, angustiosa, inaplazable.
En este sentido del cambio imprescindible hay que lamentar que en las listas electorales que los distintos partidos han hecho públicas no se observa de verdad ese cambio. Se vislumbran sólo cambios cosméticos. En el PP claramente, con la inclusión en las listas de personas que ostentosamente han fracasado en sus cometidos, y con una línea general en la que predominan criterios antiguos, de fidelidad, más que de formación y eficacia. En CPM porque sigue siendo un partido de tinte confesional, sin un sólo "europeo" en su lista. En el PSOE porque el cambio parece imposible y sólo han dado un paso al costado aquéllos que pueden resultar más que imputados por un presunto delito electoral muy grave para cualquier político. En el PPL porque, ni aún elegido a conciencia, podían tener un peor cabeza de lista ni un deseo menos disimulado de colocar a la hija del jefe condenado. En Ciudadanos porque se han equivocado con un cabeza de lista digamos que "manchado" por un pasado ligado a otras formaciones políticas, de lo que se deduce que puede ser una manera tramposa, una más, de un determinado partido para obtener, con otras siglas, lo que no puede lograr con las suyas.
No sé cómo transmitir mejor que el cambio en Melilla no es un capricho, sino una absoluta necesidad para que, simplemente, Melilla sobreviva, porque, tal y como vamos, no sobreviviremos como ciudad desarrollada, occidental, con libertades, con actividad económica moderna. Lo que está pasando ahora en Melilla, con una paralización administrativa casi total, es inadmisible, desde luego, pero no deja de ser un aviso muy serio de los graves riesgos que corremos si esto sigue así, si nada cambia. Me hacen gracia algunas declaraciones de líderes del PP en las que dicen que "no se va a consentir que se paralice la Administración, porque los perjudicados serán miles de melillenses". No sé si se va a consentir o no, pero el hecho es que tal paralización de la Administración local ya se ha producido y que el daño a miles y miles de melillenses ya está hecho. Si aquí en la política mandan algunos funcionarios, que se presenten ellos a las elecciones. Y si no quieren trabajar, que dejen de cobrar, pero, en cualquier caso, que dejen de molestar a los ciudadanos, que dejen vivir a la gente que tiene que ganarse el pan con su esfuerzo y su trabajo diario, duro, incierto.
Por supuesto que no todos los funcionarios y empleados públicos son iguales. Los hay esforzados, trabajadores, honrados, valientes, que se merecen todos los respetos. Pero también los hay, como en todas las profesiones, los que no lo son y esos están haciendo un daño inmenso a Melilla.
Que los máximos responsables de la paralización administrativa local sean unos políticos irresponsables, inútiles, egoístas, envidiosos, rencorosos, egocéntricos (los Liarte, Dionisio y compañía) a base de denuncias mil, la mayoría sin sustancia ni razón más allá que la de intentar asustar a algunos funcionarios, no redime totalmente de responsabilidad a los políticos que ostentan el poder. Son menos culpables que los del PPL o el PSOE, pero son responsables también, por su incapacidad de resolver un problema muy grave y por no haber siquiera intentado atajar el crecimiento desproporcionado de la administración pública, con el consiguiente debilitamiento de todo lo privado y de las libertades básicas de los melillenses. Eso es lo que hay que cambiar, y a los que prometan y sean capaces de hacerlo es a los que, en mi opinión, hay que votar, sean los mejores o los menos malos, da igual.

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