No podemos resignarnos a que sigan campando a sus anchas consiguiendo que la única manera de llegar a Europa sea previo pago de cuantías imposibles, haciendo de los inmigrantes los nuevos esclavos del siglo XXI Melilla vive un periodo migratorio relativamente tranquilo. Y decimos relativamente porque es obvio que sigue siendo necesaria una férrea vigilancia en nuestras fronteras para que no se produzcan entradas irregulares. El domingo, sin ir más lejos, unos 300 subsaharianos trataron de entrar en Melilla saltando la valla. Hacía mucho tiempo que no se producía un intento de entrada tan numeroso. Eso significa que al otro lado de la valla sigue habiendo muchas personas desesperadas por llegar a Europa sea como sea. Y esa desesperación es la que explica imágenes como las que estamos viendo desde hace años con las entradas en doble fondo, un peligroso método que, hoy por hoy, es el único que garantiza entrar en Melilla. No en vano, ninguno de los saltos a la valla que se han producido en lo que va de año ha terminado con entradas y la frontera marítima hace meses que está cerrada a cal y canto.
Las mafias que trafican con seres humanos son conscientes de ello y por eso se ha incrementado el número de intentos en entrada en dobles fondos, hasta el punto de que la Guardia Civil ha tenido que intensificar su vigilancia con contrarregistros a pocos metros de la aduana para intentar frenarlos. Los inmigrantes también saben que es mucho más difícil, prácticamente imposible, llegar a Melilla si no es pasando por caja y pagando a las mafias hasta 4.000 euros por cabeza. Un dineral para mucha gente, pero sobre todo para quienes vienen de países subdesarrollados que huyen del hambre y la miseria. Y por eso muchos hipotecan sus vidas y las de sus familias por un hueco en un salpicadero, bajos los asientos o atados en la zona interna del parachoques.
Las imágenes de como llegan son impactantes aunque se sucedan cada semana. Hay que acabar con eso reforzando la investigación sobre esas organizaciones criminales que se aprovechan dela desesperación de los inmigrantes para hacer negocio. Las Fuerzas de Seguridad, fundamentalmente la Guardia Civil, trabajan mucho para intentar dar con esas mafias, pero hay que hacer más, buscar nuevas fórmulas en las que se impliquen más partes y países. España debe estrechar lazos con Marruecos en este sentido, como ya está haciendo con gran efectividad en otros campos como el terrorismo yihadista, el narcotráfico y el control de la inmigración. El Gobierno tiene que hacer leyes efectivas contra los traficantes en vez de impulsar reformas que les consideran meros ayudantes, y dotar de más medios a quienes tienen la misión de acabar con esas redes criminales. En definitva, buscar alternativas que permitan dar pasos hacia adelante contra un crimen organizado como el que cometen esas mafias, porque son las que siguen intentando dominar los flujos migratorios a base de saquear a los más débiles. No podemos resignarnos a que sigan campando a sus anchas consiguiendo que la única manera de llegar a Europa sea previo pago de cuantías imposibles, haciendo de los inmigrantes los nuevos esclavos del siglo XXI.
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Los nuevos esclavos del siglo XXI
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