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Leer, o la rebelión de Atlas

El hombre existe como fin en sí mismo, no como medio para ser utilizado con arbitrariedad por una u otra voluntad, escribió el alemán Immanuel Kant (1724-1804), uno de los pensadores más influyentes de la filosofía universal. Kant escribió muchos libros, entre ellos uno, pequeño, titulado “La paz perpetua”, título que tomó prestado de un cartel exhibido en una fonda que se encontraba junto a un cementerio. Cierto: todos conseguiremos la paz perpetua al final, una vez muertos, aunque será demasiado tarde para que nos sea útil en este mundo y en esta vida.
Evidentemente los zares rusos no hicieron demasiado -más bien no hicieron caso alguno- a Immanuel Kant. Los Románov (1613, Miguel I (que apenas sabía leer y escribir)- 1917, Nicolás II, asesinado el 16 de julio por un pelotón mandado por el sanguinario Yurovski), durante 304 años reinó esa dinastía. A finales del siglo XIX los Románov dominaban ya una sexta parte de la superficie de la tierra. Su historia es la del absolutismo en Rusia. “En el siglo XXI las nuevas autocracias de Rusia y China tienen mucho en común con las de los zares: gobiernan a través de pequeñas camarillas opacas, que amasan una riqueza enorme, y se mantienen cohesionadas a través de relaciones jerárquicas de clientela y patrocinio, siempre a merced de los caprichos del gobernante” (del libro “Los Románov”, de Simon Sebag Montefiore).

El absolutismo de los Románov duró más de tres siglos. Los actuales absolutismos comunistas, empezando por el ruso -ya más de 100 años de historia- tienden a eternizarse. El socialcomunismo español también aspira a durar eternamente, y lo dice sin disimulo. ¿Lo lograrán, los absolutistas?
Hoy es política y económicamente lo correcto decir que China es ya la primera potencia mundial, y creciendo. La realidad es, desgraciadamente para comunistas y progres, muy distinta. Un gran artículo de Francisco Bohórquez, que publicamos el último día de ese maldito año 2020 recién concluido, “El colapso de China”, vaticina y razona que hay hechos suficientes para prever en el futuro el colapso de ese superpoblado país dominado por el comunismo: información controlada por el Partido; la élites chinas poniendo ya medio pie fuera del país y enviando a sus hijos a estudiar a occidente (la propia experiencia universitaria de Fran demuestra que las universidades norteamericanas están llenas de ciudadanos chinos); la cantidad de activos financieros sacados de China; el aumento de la represión de las libertades individuales y su corolario de corrupción creciente; la imposibilidad de que se pueda producir el cambio estructural que la economía china necesita, dada la mezcla de economía y política de los líderes; la baja renta per cápita de su población tres veces inferior a la de EEUU), a pesar de que sus datos están políticamente inflados, falseados; un PIB no motivado por el consumo, sino por lo que establece el Gobierno…. “Hay muchos indicios que muestran que -como ocurrió en la URSS- el colapso del sistema autoritario chino acabará produciéndose”, concluye Francisco.

Economía y vida van de la mano. Los países que han actuado según esa máxima desde que se inició la pandemia han padecido un menor porcentaje de muertes en relación con su población y se han empobrecido menos, incluso algunos, como Estados Unidos, han crecido. España encabeza el porcentaje de muertes dentro de los países de su entorno y también el porcentaje de caída del PIB, de la producción. Por eso resulta tan absolutamente indignante que nuestro presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, alardee de algo, en vez de pedir perdón por tan inmenso desastre generado o cuando menos no parcialmente evitado.

Así, como estamos económicamente, no podemos ni debemos seguir, decía en mi Carta del Editor del pasado jueves. Fijémonos en lo que pasa en el mundo. Por ejemplo, Apple, una empresa tecnológica, terminó el año de la pandemia, 2020, como la primera empresa por capitalización bursátil del mundo, tras desbancar a la petrolera saudí Aranco. Las empresas que más crecieron fueron las tecnológicas, con Tesla a la cabeza. La empresa estadounidense de coches eléctricos y de energía solar y renovables, multiplicó por siete su valor bursátil. El siguiente gran aumento porcentual en el año de crisis fue la empresa de comercio electrónico Etsy, que se revalorizó un 300%. Por cierto, espero y creo que pronto Melilla dispondrá de una moderna empresa de comercio electrónico, algo que nuestra ciudad, por sus características dificultades aduaneras, sumadas al cierre fronterizo con Marruecos, necesita imperiosamente. Ese es el camino de desarrollo económico que nuestra ciudad necesita y que espero que el nuevo presupuesto de la Ciudad recién aprobado apoye, invirtiendo y apoyando a empresas tecnológicas, por ejemplo.

Posdata
En estos días de tranquilidad y relativo confinamiento, he observado en Madrid, donde he pasado “las fiestas”, que las librerías han tenido más visitas y han vendido más libros de lo habitual e incluso de lo que esperaban. Es una gran noticia que esté volviendo el interés, el amor al libro. Y aprovecho para recomendar un libro que acabo de releer: “La rebelión de Atlas”, el gigante que sostiene el mundo, de la rusa nacionalizada norteamericana Ayn Rand. Un libro a la altura, como mínimo, de “Un mundo feliz”, de Huxley, “1984”, de Orwell, y “El cero y el infinito”, de Koestler. “Sea cual sea tu camino, todo empieza en una librería”, leo en un marca lecturas que me regalan al comprar un libro. Gran pensamiento, para intentar lograr un mundo mejor, un mundo realmente cerca de la felicidad.

Sin embargo, no empiezan ya tantas vidas de hijos de madres marroquíes en el Hospital de Melilla, como lo demuestra que el número de partos en Melilla en 2020 ha sido la mitad que en 2019 y casi tres veces menos que en 2015. Por supuesto, se ha demostrado imposible cobrar a las familias marroquíes las facturas médicas de entre 2.400 y 4.000 euros por intervención.

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