El CGE insta a reforzar el papel de las enfermeras como agentes esenciales en la prevención del acoso escolar y el ciberbullying
Con motivo del Día Internacional contra el Acoso Escolar, el Consejo General de Enfermería (CGE) ha subrayado el papel «determinante» que desempeñan las enfermeras en la detección temprana y prevención de situaciones de acoso escolar y ‘ciberbullying’.
Por ello, ha instado a las administraciones públicas a reforzar la presencia y el papel de estas profesionales en este ámbito.
«Es inadmisible que uno de cada diez menores afirme haber sufrido violencia en el entorno escolar o a través de las redes sociales», ha declarado Florentino Pérez Raya, presidente del CGE, en alusión a los datos del ‘Informe de Prevención del Acoso Escolar en Centros Educativos’, elaborado por la Fundación Mutua Madrileña y la Fundación ANAR.
El CGE ha destacado que enfermeras escolares, de Pediatría, Atención Primaria, salud mental y generalistas son profesionales clave para detectar señales de alerta y actuar ante posibles casos de acoso. Gracias a su cercanía, conocimiento del entorno escolar y formación, pueden identificar signos físicos o emocionales que podrían pasar desapercibidos para otros actores del entorno educativo.
Pérez Raya ha hecho un llamamiento a fortalecer el trabajo conjunto entre padres, docentes, personal sanitario y administraciones, insistiendo en la necesidad de formación continua y apoyo institucional para abordar esta problemática de forma eficaz. «El uso cada vez más temprano de las redes sociales y otras dinámicas actuales están multiplicando las formas de acoso. Las administraciones deben tomar medidas reales y efectivas para hacer frente a esta lacra», ha asegurado.
Por su parte, María Mínguez, enfermera en un colegio de Madrid, ha explicado que las profesionales de Enfermería tienen un papel privilegiado como figuras cercanas, accesibles y de confianza para el alumnado. Muchos menores, ha indicado, acuden a ellas con dolencias físicas frecuentes —como dolores de cabeza, molestias digestivas o mareos— que no tienen origen médico claro, pero que podrían estar relacionados con el acoso a través de la somatización del malestar emocional.
Asimismo, ha resaltado que la observación diaria y la interacción con los estudiantes permite detectar cambios de comportamiento, retraimiento o miedo a asistir a clase. La colaboración con docentes, tutores y orientadores refuerza esta labor de detección.
Mínguez también ha insistido en la importancia de trabajar con el grupo de alumnos, especialmente con los llamados «testigos mudos». “El objetivo es cambiar la cultura del aula, romper con la idea de que defender a un compañero es ‘chivarse’ y fomentar la solidaridad con la víctima. Cuando el grupo apoya al menor acosado, el agresor pierde poder”, ha concluido.
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