Categorías: Opinión

La farándula de la ignominia

Al abrir Facebook me encontré con uno de esos textos que uno no desea encontrarse por las redes; zafio, manipulador, mezquino y repugnante, capaz de revolverle a uno las tripas. Se trata de una columna escrita por uno de los miembros del gobierno de Melilla que, parece ser que por falta de carga de trabajo u ociosidad, se dedicó a divagar sobre las vicisitudes del conflicto árabo-israelí. Una reflexión que si hubiese tratado únicamente de hacer un análisis sobre el conflicto habría sido muy respetable, y que sin embargo se transformó en algo grotesco: Un intento de comparación entre la política actual del Estado de Israel con el Holocausto.
Esta comparación, además, no se elabora valientemente de manera frontal, sino que trata de excusarse o esconderse cobardemente en diversos puntos del texto. La idea es clara: Los dos sucesos son iguales o comparables. Esto es un pensamiento propio del que quiere hablar de todo sin saber de nada. El Holocausto – del que se dice promovido como idea utilizada para justificar la crueldad israelí (sic) por algunos colectivos – NO es un suceso comparable con ‘‘otras matanzas, como la de los indios americanos (…)’’como apunta el autor. El Holocausto es, ni más ni menos, que el exterminio brutal, sistemático e industrializado, y esto es clave para comprender la macabra singularidad del crimen cometido contra el pueblo judío. La fría utilización de los datos, la burocracia, el poder de un estado, la industria y la ciencia para servir a la muerte. Se trata de un suceso único en la historia del hombre, algo que llevó a la recién creada Organización de las Naciones Unidas a crear el delito de genocidio en 1948, aquello que había sido denominado por Churchill como ‘el crimen sin nombre’ al tratarse de una magnitud desconocida hasta el momento.
No indagaré en las entrañas del conflicto, hay mucha literatura al respecto y como historiador no puedo permitirme el lujo de escribir en cuatro líneas alguna ocurrencia que se me pase por la cabeza como otros no tienen reparo en hacer. Lo que desde luego tengo el deber de decir es que las historias de buenos y malos no existen en la lucha entre poderes geopolíticos, esto no es más que una fantasía para alimentar la autocomplacencia y fanatizar a la gente que no ha tenido la posibilidad o el interés para profundizar en el tema. Al igual que uno puede condenar – con los datos en la mano – los atropellos del Estado de Israel a las resoluciones de las Naciones Unidas, también puede hacerlo con la existencia de una organización terrorista llamada Hamás, uno de los principales impedimentos para un proceso de paz (y que casualmente no se menciona en todo el texto), tampoco se habla de la resistencia del pueblo jordano y sus Fuerzas Armadas contra la intentona palestina para controlar al pequeño estado árabe, ni del asesinato del Presidente Anwar al Sadat de Egipto por parte de unos extremistas pertenecientes a la Yihad Islámica Egipcia tras los
acercamientos a Israel. Con esto quiero decir que la paz en Oriente no depende únicamente de la voluntad de un estado, sino también de la ausencia de lucha contra individuos de ‘ambos lados’ a lo largo y ancho del globo que deben ser señalados y combatidos. Es difícil la paz donde la convivencia nunca fue fácil. De las matanzas de judíos en Marruecos tras la proclamación del estado de Israel a las hermanas Zeibak asesinadas en Siria y arrojadas en sacos frente al gueto judío de Damasco; donde hubo sangre y muerte no hay ‘buenos y malos’ y jugar con esa dialéctica en Melilla es peligroso e irresponsable. Son puertas que no deben abrirse sin los conocimientos necesarios para gestionar lo que hay tras ellas; el equilibrismo y el camuflaje de las palabras no solo es algo poco recomendable sino que es una práctica que también pertenece a grupos con los que no debería uno querer relacionarse ni compararse.
Mi opinión se edifica sobre el disgusto más profundo. Ruego que no se juegue más con estos temas que, tratados sin rigor, no conducen a nada positivo. La Ciudad necesita a su gobierno en cosas más importantes, y desde su área puede hacer mucho por los niños que deambulan por nuestras calles. Ellos reclaman acción y justicia mientras usted construye castillos en el aire.

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La farándula de la ignominia

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