“Los intentos de demonizar la valla de Melilla no son nuevos. En el recuerdo está la foto publicada en Interviú en la que se señalaba en inglés que la bienvenida a Melilla eran unos cocodrilos en el entrevallado y ahora la odiosa comparación con el Muro de Berlín, cuando nada tiene que ver una instalación con la otra.” Los intentos de demonizar la valla de Melilla no son nuevos. En el recuerdo está la foto publicada en Interviú en la que se señalaba en inglés que la bienvenida a Melilla eran unos cocodrilos en el entrevallado y ahora la odiosa comparación con el Muro de Berlín, cuando nada tiene que ver una instalación con la otra.
Todos somos conscientes de que fea, antiestética y la muestra evidente de que existen dos mundos, el desarrollado y subdesarrollado, pero también somos conscientes de su necesidad para intentar que la entrada de inmigrantes en Melilla sea regular y, lo más importante, que pueda ser atendida porque de lo contrario estaríamos ante un desastre que, como acertadamente dijo ayer el presidente Juan José Imbroda, obligaría a los melillenses a echarse al mar para poder dar cabida a los millones de África que buscan un mundo mejor. Pero de ahí a intentar comparar la alambrada con el Muro de Berlín dista mucho de la realidad. Primero porque esta barrera física, construida en agosto de 1961 sobre una extensión de aproximadamente 120 kilómetros, dividía una ciudad de alemanes en dos mitades, es decir familias separadas por un muro, hijos de padres, hermanos de tíos. El gobierno de la extinta República Democrática Alemana lo llamó "muro antifascista" con el cual se protegería al país de las agresiones de los aliados. Sin embargo, su construcción buscaba detener la fuga de talentos y mano de obra calificada, que según estadísticas, daban cuenta que más de 3,6 millones de alemanes del este "preparados" habían optado por mudarse a Alemania Federal (Oeste) sólo entre 1949 y 1961.
Como cuentan los expertos, para los alemanes del este era angustiante la falta de libertades y opciones de trabajo, y por ello, durante los años del muro hubo más de 5.000 fugas a Berlín Occidental. Sin embargo, unas 220 personas no lo lograron y lo pagaron con sus vidas. Quizás el caso más recordado tuvo lugar en 1962 cuando dos amigos (Peter Fechter y Helmunt Kulbeik) intentaron saltarlo. Kulbeik tuvo éxito en la hazaña mientras que Fechter fue tiroteado, herido y lo dejaron desangrarse ante la vista de los medios occidentales.
Si se tuvieran en cuenta los argumentos de quienes piensan que existe esa similitud, habría que quitar la valla y dejar que entren en Melilla todos los subsaharianos que lo deseen. Y la pregunta que nos hacemos a continuación: ¿Estarían dispuestos esas personas que así opinan, a quitar las puertas de sus casas para no controlar quién entra en las mismas y así quien quiera pueda acceder a ellas? Seguro que no, pero claro, es muy fácil hablar desde una sofá calentito y con la comodidad de estar situado lejos de una frontera, opinando de la manera que lo que hacen. Ahora, eso sí, que su comodidad nadie las toque ni se las quite.
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Intento de demonizar la valla
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