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Ibis europeo: Parada y fonda en los arroyos de Melilla

Por Manuel Tapia, miembro de la Sociedad de Estudios Biológicos Iberoafricanos y responsable del área de conservación de la naturaleza de Guelaya-Ecologistas en Acción Melilla

Los ibis sagrados
Si hablamos de la subfamilia Threskiornithinae pocos sabremos a qué especie faunística nos estamos refiriendo, pero si explicamos que esta subfamilia, emparentada estrechamente con las espátulas, engloba a las aves conocidas como “ibis”, es probable que a nuestra mente venga la silueta de un ave con el pico largo y ganchudo representada en los jeroglíficos egipcios.

De hecho es una de las aves más representadas en los monumentos y pergaminos del antiguo imperio egipcio, debido al carácter sagrado que el pueblo egipcio dio a esta ave. Para esta cultura, una de las más importantes de la historia de la Humanidad, los ibis representaban el espíritu de las personas, que abandonaba su cuerpo una vez muertas. La elegante presencia de estas aves, con una morfología típica y muy similar en todas las especies, influyó sin duda en su elección por los antiguos egipcios para tan importante representación religiosa. Fueron ellos los que bautizaron a esta especie con el nombre con el que hoy día se conoce.
Sin duda, es su relación con esta cultura la que ha hecho a esta especie tan célebre, pero los ibis están extendidos por todas las zonas tropicales del planeta, y probablemente debido a las mismas razones que provocaron su sacralización en el antiguo Egipto, en muchos lugares habitados por culturas totalmente distintas también tienen leyendas y sus cultos propios en los que el ibis es de uno u otro modo protagonista.

Ibis eremitas y “moritos”
El hecho de que los ibis sean aves típicas de las zonas tropicales, y se relacionen con culturas exóticas y lejanas, hace que el ibis europeo o “morito” (Plegadis falcinellus) destaque precisamente por tener una distribución que incluye la zona meridional de Europa. Por eso a este, para distinguirlo de sus congéneres, se le da el apelativo de ibis “europeo”. No es el único ibis que vive en Europa, al menos desde hace algún tiempo, pues el ibis eremita (Geronticus eremita) hace unos pocos años se logró reintroducir gracias a ejemplares provenientes de Marruecos en algunas zonas húmedas del extremo sur de España donde históricamente habitó en su día y desapareció con posterioridad. Como curiosidad, hay que resaltar el hecho de que es el ibis eremita el que aparece en los jeroglíficos egipcios, y el ave que era objeto de culto por este pueblo. El hecho de que al morito se le llame con tanta autoridad el ibis europeo, aun no siendo la única especie de ibis que vive en Europa, se debe a que su distribución por este continente es más extensa y tradicional, aunque el hecho de que su nombre vulgar sea “morito” probablemente se deba a que los lugareños percibieran el aire exótico de estas aves.

Un plumaje muy especial
Al igual que ocurre con el ibis eremita, es muy difícil ilustrar la extraña belleza de los moritos sobre el papel, e incluso al fotografiarlos la mayoría de las veces ésta belleza se ve pobremente representada. Sólo con la observación directa descubriremos los brillos metalizados de sus plumas, que cambian de color según la orientación hacia el sol y la inclinación de éste a medida que avanza el día. Es normal que este juego de brillos e irisaciones no puedan representarse bien en las guías de aves, y lo que resulta curioso es que, basándose en estas guías, los aficionados suelen creer que se trata de aves vulgares o directamente “feas”. Sin embargo, en los pocos humedales de la península ibérica donde se pueden observar estas aves, constituyen por méritos propios una de las principales atracciones para los naturalistas.

Ibis en Melilla
El río de Oro y los arroyos de Melilla se han convertido en estos últimos años en privilegiados lugares de acogida de estas bellas aves. El clima norteafricano y las condiciones ecológicas de algunas zonas del río resultan idóneos para los moritos, que cuentan con una población invernal pequeña pero en constante aumento. El grueso de la población de estas aves se encuentra en el mar Negro y el Caspio. La presencia de esta bella y peculiar ave en nuestra ciudad es otro motivo para luchar por la preservación de sus arroyos y para que las autoridades competentes se empiecen a plantear muy en serio su futuro como lugar de peregrinación de ornitólogos y aficionados a las aves, un colectivo que se ya se ha revelado como importante fuente de ingresos en otros destinos ornitológicos del entorno del mar de Alborán.

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