GRA213. MELILLA, 25/07/2017.- Uno de los controles de la frontera entre España y Marruecos en Melilla, donde un hombre ha irrumpido con un cuchillo al grito de "Alá es el más grande", en el paso fronterizo de Beni-Enzar, y ha herido con carácter leve en un dedo a un policía nacional EFE/ F.G. Guerrero
El ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación en funciones, José Manuel Albares, se descolgaba este fin de semana con unas declaraciones que han chirriado, sobre todo en Ceuta y Melilla, las ciudades más perjudicadas tras la normalización de las relaciones con el reino alauí.
Porque si bien Albares ha querido sacar pecho del «éxito» que, en su opinión, está suponiendo la ‘hoja de ruta’ pactada entre España y Marruecos y asegurara que «va a continuar», la triste realidad le contradice absolutamente.
Cómo se puede hablar de éxito cuando trascurrido un año y medio, a pesar de las promesas realizadas y los acuerdos alcanzados entre ambos países tras el giro de Pedro Sánchez sobre la tradicional posición de España sobre el Sáhara Occidental, aún no se ha cumplido con ninguno de los acuerdos que afectan a nuestro territorio.
Entre ellos, que siga cerrada la aduana comercial tras el bloqueo unilateral de la misma por parte de las autoridades marroquíes hace más de cinco años, concretamente el 1 de agosto de 2018.
Pero ahí no queda la cosa porque, en cuestión fronteriza, la situación dista mucho de la que teníamos antes del cierre de la misma en marzo de 2020 por el covid-19, al mantenerse clausurados los puestos de Farhana y Barrio Chino. Asimismo, solo se cumple el régimen de viajeros de manera unidireccional hacia Melilla -sin pescado ni carne para más inri-, lo que impide pasar ni siquiera una pequeña compra desde nuestra ciudad hacia el reino alauí.
Tampoco ayuda la exigencia del visado a los nadorenses que pretenden pasar a Melilla, que eran nuestro principal turismo o pedir el pasaporte a los melillenses que cruzan hacia Marruecos -antes solo se requería de DNI-, lo que provoca enormes colas, tanto a pie como en coche.
Con todos estos ingredientes, como podrán imaginar, el ministro no solo no debería hablar de éxito, sino admitir el fracaso. 18 meses después estamos mucho peor que durante el tiempo anterior a la pandemia.
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