Carta del Editor. MH, 12/1/2025
Enrique Bohórquez López-Dóriga
Me preguntan a menudo cómo es posible que, por muy estúpidos e ignorantes que sean muchos votantes, Pedro Sánchez siga gobernando y en las encuestas sobre intención de voto sea su partido –antes PSOE, ahora Partido Sanchista OE– todavía sea el segundo.
Me ha ayudado, a responder a esa pregunta, Jano García, con su último libro, “El triunfo de la estupidez. Por qué la ignorancia es más peligrosa que la maldad”, que dedica “A los héroes anónimos que con su hacer sostienen y elevan a límites insospechados a esta milagrosa criatura llamada ser humano”. A los martirizados por Sánchez, con los emprendedores a la cabeza, en otras palabras.
El gobernante hace uso de su inteligencia malvada para fomentar la estupidez y así poder manipular mejor a la masa
“El gran cambio -en el mundo- no ha sido un incremento de estúpidos, sino más bien la llegada del superhombre democrático, una época en la que todas las opiniones valen lo mismo… la estupidez aumenta haciendo que los talentosos entren en pánico al contemplar cómo los seres más limitados exponen sus estúpidas tesis e, incluso, llegan a dirigir naciones centenarias cuya dirección antes quedaba reservada a una élite de personas instruidas y capaces”. “Nadie se reconoce a sí mismo como estúpido. Es como esos españoles —en concreto, el 88 %— que aseguran que circulan demasiados coches por las ciudades (eso sí, ninguno cree que sea el suyo el que molesta), o esos ciudadanos que dicen que el turismo es aberrante (eso sí, cuando viajan ellos no son turistas, sino una especie de exploradores que van a descubrir váyase a saber usted qué). Y qué decir de los que aseguran que el planeta va a implosionar por consumir demasiados recursos (pero el que lo denuncia no cree que su consumo afecte). Pues lo mismo ocurre con la estupidez: nadie se reconoce como tal.”“La estupidez es, como dicen ahora los horteras, genuinamente transversal y ataca indiscriminadamente a todos los grupos humanos.”
El gran éxito de Pedro Sánchez es haberse percatado de la estupidez de la masa y ni siquiera esconder que es consciente de ello. Sabe que puede reírse, mentir y humillar a sus votantes hasta la extenuación y que un porcentaje mayoritario no le dará la espalda a cambio de «frenar a la ultraderecha» que viene a robar sus derechos y libertades fundamentales. Esto no tiene nada de genialidad, en todo caso tiene mucho de abuso, pues aprovecharse de los más cortos mentales de la sociedad para sacar un beneficio propio es siempre un acto repugnante
“A raíz de la democratización, los estúpidos del mundo moderno cuentan, por ser mayoría, con el papel fundamental de escoger a sus gobernantes, o lo que es lo mismo: la estupidez es la que ostenta el poder. Incluso el gobernante hace uso de su inteligencia malvada para fomentar la estupidez y así poder manipular mejor a la masa, que, como veremos, es estúpida por naturaleza.” “La diferencia entre las sociedades prósperas y las decadentes reside en el lugar que ocupan los estúpidos. Mientras que las sociedades que avanzan los relegan a su posición natural, las sociedades decadentes permiten que ellos sean los que gobiernen, decidan, impongan y legislen.”“Desde el momento en el que los gobernantes democráticos comprendieron que a los gobernados se les puede convencer con promesas disparatadas —nocivas en la mayoría de las ocasiones—, el gasto público, las ayudas sociales, el déficit y los impuestos se han visto disparados con el propósito de no perder votantes.” “Pedro Sánchez no es estúpido, cosa que no ocurre con gran parte del Ejecutivo, que sí cuenta entre sus filas con dramáticas criaturas que hacen daño a la nación y a sí mismas, como pueden ser Yolanda Díaz, Óscar Puente, Mónica García y demás ralea que —casi con toda seguridad— serían vapuleados por un simio en una competición para resolver un rompecabezas. El gran éxito de Pedro Sánchez es haberse percatado de la estupidez de la masa y, para más inri, ni siquiera esconder que es consciente de ello. Sabe que puede reírse, mentir y humillar a sus votantes hasta la extenuación y que un porcentaje mayoritario no le dará la espalda a cambio de «frenar a la ultraderecha» que viene a robar sus derechos y libertades fundamentales. Esto no tiene nada de genialidad, en todo caso tiene mucho de abuso, pues aprovecharse de los más cortos mentales de la sociedad para sacar un beneficio propio es siempre un acto repugnante.”
“Un votante socialista que apueste por Pedro Sánchez está apostando por perjudicarse a sí mismo y, de paso, al resto de los españoles que no habitan en Cataluña. Podríamos afirmar, sin ningún atisbo de duda a equivocarnos, que se trata de un acto propio de estúpidos”. Casi tan estúpido como mantener a Sabrina Moh como delegada del Gobierno en Melilla: los dos primeros camiones que iban a pasar el miércoles fueron obligados por Marruecos a dar media vuelta. Moh responde en rueda de prensa que “ni confirma ni desmiente” y añade, para echar más sal a la estupidez, que el Gobierno Central “sigue trabajando -transcurridos casi cuatro años- de manera coordinada y consensuada para reabrir la aduna comercial”.
Para ejemplo de estupidez: mantener a Sabrina Moh como delegada del Gobierno en Melilla
Para consolarme, leo y destaco que el genial Antonio Escohotado escribió: “El Estado es siempre inocente. Quienes no son inocentes son los gobiernos”. Edward R. Murray dijo que “Una nación de ovejas engendra un gobierno de lobos”. La gran Ayn Rand -rusa nacionalizada norteamericana- resaltó, en su Manifiesto Romántico, que “los hombres antes de la IGMundial habían renunciado a todo lo que en la vida merece la pena: la convicción, la finalidad, los valores, el futuro… Cualquiera que luche por el futuro vive hoy en él”. El resultado de tanta renuncia: se produjo la I Guerra Mundial.
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El triunfo de la estupidez
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