Icono del sitio MelillaHoy

El juego psicológico entre el gato y el ratón

Cartel de The Fall

Por Diego Portillo

CRÍTICA DE CINE Y TELEVISIÓN

Hoy traemos una serie británica no apta para todos los públicos: The Fall, en español traducida como La Caza. Y no lo digo porque trate crímenes especialmente truculentos ni porque sea una temática extraordinariamente desagradable, sino porque tiene un ritmo lento y pausado que encandilará y repelerá a partes iguales a sus potenciales espectadores. Su mayor virtud es también su mayor peligro, pues gran parte del público no comprenderá el ritmo tan pausado y quizás abandone la serie antes de completarla, pese a estar compuesta únicamente de 3 temporadas con 15 capítulos en total.
Nos encontramos ante una atípica serie en donde la agente Stella Gibson encargada de dar caza al asesino, una inconmensurable Gillian Anderson (la sempiterna agente Scully de “Expediente X”, la espectacular Margaret Thatcher de “The Crown”), es mucho más directa y decidida de lo habitual en este tipo de personajes. Y en la que el asesino, un correctísimo Jamie Dornan (el mundialmente conocido Christian Grey de “50 sombras de Grey” o el protagonista de la casi desconocida aunque muy recomendable “El asedio de Jadotville”),  es un padre de familia ejemplar con una obsesión enfermiza por realizar sus asesinatos. A éste le conocemos desde el primer momento, no se nos oculta su rostro para que acompañemos al policía en su búsqueda del asesino, por lo que el leitmotiv de la serie no es averiguar quién es el asesino si no observar la relación entre ambos personajes así como sus motivaciones ocultas.
La serie explora la psique de ambos personajes, así como de múltiples secundarios atormentados por diversas circunstancias del pasado y presente, sin revelarnos los detalles de manera clara, sino jugando todo el rato con los claroscuros de los personajes. Quizás se echa en falta alguna aclaración más en algunos de los problemas de ciertos personajes, pues en ocasiones se intuye demasiado y se explicita demasiado poco. Es decir, lo que empieza siendo como un motivo de curiosidad que te atrae y engancha, acaba provocando quizás una leve desconexión para quien prefiere que el guionista sea más clarificador y específico con ciertas motivaciones o sucesos del pasado.
Los secundarios cumplen sus papeles de manera correcta, devorando en algunas ocasiones a los protagonistas en momentos específicos, pues casi todos tienen su momento de gloria artísticamente hablando. Bronagh Waugh como la siempre atenta mujer del asesino Paul Spector, devorada por las dudas y el remordimiento cuando comienza a intuir la verdad. La jovencísima Sarah Beattie como la inocente hija del asesino. El veterano John Lynch como el atormentado y sobrepasado por las circunstancias jefe de policía Jim Burns. El multipremiado Colin Morgan como el perspicaz agente Tom Anderson. O la italiana Aisling Franciosi (como curiosidad Lyanna Stark en “Juego de Tronos”) como la obsesionada y destrozada interiormente Katie Benedetto.
La banda sonora es correcta en todo momento, usando de manera magistral tonos repetitivos, disonantes y sencillos durante gran parte del metraje que consiguen provocar una sensación de malestar en el espectador sin que éste apenas se de cuenta, lo que ayuda enormemente a crear la atmósfera opresora e incómoda buscada.
La fotografía sobria y oscura, con planos descuadrados y muy cercanos a los actores, también ayuda a construir ese ambiente recargado y opresor, que perturba al espectador sin que éste apenas perciba el porqué de su incomodidad. Quizás lo más desaprovechado es ese telón de fondo que ofrecía una Irlanda aún afectada por el miedo sembrado por el IRA que, si bien se nombra en múltiples ocasiones, no tiene apenas efecto real en los acontecimientos relatados.
En definitiva, estamos ante una serie bastante desconocida, que se puede disfrutar en Netflix, para todo aquel que se atreva con unas buenas interpretaciones en una serie lenta y psicológica que tiene lo mejor, y alguna parte de lo peor, del cine británico más reciente.

Redacción

Acceda a la versión completa del contenido

El juego psicológico entre el gato y el ratón

Salir de la versión móvil