Por Victor Javier Becerra Martínez
Kaspar Hauser
Me alegro de volver a verle, espero que haya pasado una semana un tanto amena. Con este intento de cambio de tiempos creo que estamos un poco más cansados y ansiosos. Hay algo en nuestro interior que nos indica que es el momento adecuado para cerrar una puerta y abrir otra, una que nos acerca más al final del año. Pero no adelantemos tantos acontecimientos y dejemos aun guardado el cotillón y los turrones en el cajón de los buenos recuerdos. Sabe usted que en breve también tendremos la fiesta de todos los Santos, o como también llaman los chiquillos, y no tan chiquillos, Halloween. Para esta festividad tenebrosa y acorde a las historias de terror, le tengo preparada una historia que, sin duda, les dejará con el café frío. Ya de antemano, le pido perdón o le pediré a su tiempo, pero como muchas veces le digo, la historia en ocasiones no es algo color de rosas y verdes prados. Pero también dejemos junto al cotillón y las ganas de fiesta, esta historia de miedo y vayamos a lo que ahora nos atañe. La historia que le voy a contar a continuación tengo que confesarle que, una de dos, o no tenía información sobre ella hasta hace unos días, o simplemente la guardé en mi biblioteca mental, esperando que un día, como el de hoy, aquel libro callera de la estantería y nos avisara de su existencia. Para comenzar este acontecimiento le sugiero que divise en su mente el siglo XIX y, posteriormente, se sitúe en Alemania, más concretamente en Núremberg. El verano comienza a hacerse paso y el frío de la mañana va perdiendo la batalla por culpa de aquellos hermosos rayos de sol anaranjados. Ahora, agudice la vista y mire en aquellas calles estrechas de su casco antiguo, casas con tejados altos y muy juntas unas de otras, como abrazando al caminante. Desde un mirador de una de esas casas con realengo enfoque al fondo y divise a ese joven que le presento en escena ahora. Ese joven que se tambalea de un lado para otro, como absorto, es Kaspar Hauser.
El 26 de mayo de 1828, Kaspar Hauser, un joven de tan solo 16 años es encontrado andando o, mejor dicho, sosteniéndose como puede por las calles de Núremberg. Su caminar es realmente curiosos de ver para las personas que se encuentran con el muchacho en la calle, pues no puede dar unos pasos seguros al andar, sino más bien se comporta como si fuera un niño pequeño que ha comenzado su ardua labor de aprender a andar, algo que, con su edad, 16 años, ya tiene que saber con creces. No articulaba ninguna frase a las preguntas de los ciudadanos de la villa, lo que agrandaba aún más el enigma. Con 16 años, se entiende que uno debe sabe andar y, que menos, hablar su idioma. Poco a poco fue ganando atención en la calle y pudieron sacarle una palabra de su boca, Kaspar Hauser. El joven solamente respondía con su nombre a las preguntas de los interesados. Una pregunta tras otra tenía la misma respuesta, aumentando de esta manera el misterio en torno al joven. Entre sus pertenencias, mínimas, ropa andrajosa, sucia y poco cuidada, lo que le hacía tener un aspecto sucio, se encontraban dos cartas que, a priori, darían algo de luz sobre esta historia. Iban dirigidas a un capitán de caballería, pero su contenido esclarece poco o da pie a una de las intrigas más misteriosas de la época. Le comento un extracto de aquellas cartas para que usted compruebe lo que digo:
«El joven está bautizado y se llama Kaspar Hauser. No tiene ninguna instrucción y ningún dinero…si usted no lo ampara, puede colgarlo como un jamón de la chimenea para ahumarlo…No doy a conocer mi nombre porque podría ser castigado”
La historia de Kaspar había comenzado aquella mañana y con ella, la leyenda del huérfano de Alemania. ¿Quién era? ¿Dónde había estado metido tantos años? ¿Pudo ser torturado o encerrado por algunas de las intrigas palaciegas? Mucho se ha hablado entorno a su figura, enigmática cuanto menos. Un joven con ropajes rotos y sucios, sin saber andar ni hablar elocuentemente, con dos cartas muy misteriosas y que por su estado físico solamente podía beber agua y comer pan. Las autoridades comprendieron que, para intentar resolver el caso, tendría primero que reformar el espíritu de Kaspar, ayudándolo con su estado físico primero y en segundo lugar con el lenguaje y el caminar. Hay que decir que funcionó y el acogimiento de la buena gente de Núremberg tuvo sus frutos, sacándole a aquel fantasma sin pasado que había estado encerrado en un cuarto oscuro, el cual podríamos entrever que se trataría de una jaula desde su niñez. De ahí su primitivo andar. También comentó que no estuvo siempre en soledad, sino que en algunas ocasiones era visitado por un hombre encapuchado de negro que nunca revelaba su rostro. Algo que suscitó diversas teorías sobre el encierro. Por desgracia, aquel hombre encapuchado sin rostro no se iría de su lado, propiciando una vida corta al infante. Kaspar fue atacado dos veces atentando contra su vida. En el primer ataque además de llevarse golpes por todo el cuerpo, recibió una herida en la cabeza. A las preguntas de quién le había hecho esto contestó que había sido un hombre encapuchado. Sobre el segundo ataque, el 14 de diciembre1833, se consumó la tragedia. Fue apuñalado por un encapuchado y solamente pudo señalar el sitio donde había sido la dramática acción. Algo o alguien intentó primero oscurecer su figura en una jaula y posteriormente callar su historia para que nadie supiera de donde venia aquel misterioso niño. Puede que sus captores en un primer momento no vieran truncarse su plan al no saber hablar el niño y lo dejaran libre por pena, pero al ver que poco a poco comenzó a ir hablando de lo sucedido tuvieran miedo de que contase más de la cuenta. Lo cierto es que, a lo largo del tiempo, tanto el encapuchado como el joven, comenzaron en las mentes de la gente del lugar a crear la leyenda de un rumor que tocaba a la nobleza de la zona. Poco a poco, se fue elaborando una historia de intriga y misterio en la cual ponían a Kaspar como un miembro de la nobleza, un príncipe de Baden, más concretamente, el heredero. Pero que, por intrigas familiares, fue secuestrado impidiendo su ascensión al trono. Esta historia en nuestra mente actual puede ser tachada de una fantasía de la época para poder resolver el enigma y, a la misma vez, dar un poco de contenido en las charlas del momento, pero lo cierto es que la cosa no iba tan mal encaminada. Los análisis de ADN realizados en la actualidad de su sangre no son concluyentes. Haciendo que el misterio de aquel niño solitario en aquellas calles de Núremberg lleve casi dos siglos sin esclarecerse.
Puede que nunca sepamos realmente lo sucedido. Puede que incluso esa sea realmente la solución del enigma, el no saber cuánto de cruel puede llegar a ser el ser humano para encerrar a un infante y tratarlo como un animal, por uno u otro interés. El ser humano puede llegar a ser extraordinario, pero también puede ser terrible y esta historia nos confirma lo segundo, sin dejar de tener esperanza en lo primero.
Espero que le haya sido cuanto menos entretenida nuestra reunión de hoy y, como siempre, ha sido un placer tomarme un tiempo con usted. Le confirmo para la semana que viene, en el mismo sitio, a la misma hora y con nuestro café.
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