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Educar para la convivencia democrática (VII): Un debate vivo sobre el logro de las metas imprescindibles en educación

No se trata simplemente de asegurar más educación, con el consiguiente mayor gasto, para seguir luego “en lo de siempre”, sino, por el contrario, de un esfuerzo mucho mayor a favor de una educación renovada y de un aprendizaje a lo largo de toda la vida, con rigurosa exigencia de rendimientos tangibles y al servicio de resultados sociales, culturales, científicos y …

…tecnológicos, además de económicos. La educación permanente así como los más novedosos procesos de aprendizaje tienen que plantearse a qué tipo de sociedad pretenden servir y qué tipo de sociedad quieren contribuir a conformar. La educación debe servir, en todo caso, para aprender a asumir cada cual el esfuerzo y la responsabilidad para trabajar en equipo desde un enfoque interdisciplinario, desde una activa participación democrática en cuanto sirva a la convivencia pacífica multicultural y multirracial. Una educación que forme cabezas con criterio desde los valores de las convicciones libre y coherentemente asumidas, ha de impedir la miseria moral de, por ejemplo, la drogadicción esclavizante, la violencia o el terrorismo. Una educación que prepare para un mundo en progresivo y rápido cambio, contribuirá a aportar soluciones individuales y colectivas a los problemas globales y a largo plazo.

Por último, una educación apropiada de adultos es esencial para mantener la actividad intelectual, factor principal para favorecer que se conserven en buenas condiciones las facultades mentales y físicas. Esa actividad intelectual y formación de adultos ayuda también a morir en paz y con dignidad humana. Además, la pedagogía del ejemplo de los mayores es una de las principales aportaciones a la convivencia ciudadana y la herencia más valiosa para las nuevas generaciones.

Por lo tanto, las razones para la esperanza de un futuro mejor son abundantes ante el conocimiento disponible, siempre y cuando cooperemos todos para que fructifiquen. Para ello es preciso profundizar y extender el saber, además de vivir acordes con concretos valores éticos y morales, comenzando por una auténtica solidaridad y tolerancia. Tal ha sido siempre la convicción profunda de los educadores y de cuantos han tratado y tratan de trabajar honestamente en favor de la paz y del bienestar de los pueblos.

Lo que ha faltado sobre todo, una y otra vez, ha sido una visión amplia, unos objetivos prioritarios bien definidos, realismo en las estrategias y tácticas para la ejecución de los planes, autonomía suficiente de los centros educativos para el logro de una calidad total, medios financieros y materiales adecuados, aprovechamiento sensato de las nuevas tecnologías disponibles, actitud positiva y responsable en favor de la creatividad y de la innovación. Tampoco han predominado el buen sentido necesario para adaptar todo ello a la respectiva identidad cultural y a las legítimas aspiraciones y modelo de convivencia y progreso de cada sociedad en el marco de una cooperación internacional activa y operante.

A mi modo de ver, la razón de tantas limitaciones y dificultades recurrentes es la falta de una conciencia política, social y económica de la opinión pública y de sus líderes sobre el papel decisivo que juegan los bienes de la educación para resolver los problemas mundiales más candentes y para lograr las respectivas metas más ambiciosas deseables a medio plazo, gracias a medidas, métodos y modalidades concretos y diferenciados para cada caso. Para ello hubiera sido esencial e indispensable promover y mantener un debate vivo, continuo, profundo, realista y directo entre todos los interlocutores (padres, alumnos, educadores, sectores productivos, administración, líderes religiosos, políticos, empresariales, sindicales y demás). Un debate sin altibajos oportunistas, que fuera aportando soluciones adaptadas a las cambiantes circunstancias y que hubiera permitido evaluaciones cuantitativas y cualitativas periódicas realmente objetivas a fin de retro-alimentar las sucesivas mejoras y modificaciones. Tales empeños debían partir, en cualquier caso, de una propuesta referencial coherente.

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