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Insistir, porque es muy importante tenerlo en mente, en que gran parte del caos público en el que se encuentra hundida Melilla tiene su causa en unas denuncias políticas numerosas y extravagantes, unas "investigaciones" y detenciones lamentables -cuando no delictivas, como el tiempo demostrará- de algunos Guardias Civiles que manchan el buen nombre del Cuerpo y unos retrasos judiciales enormes que mantienen en inseguridad y dañan gravemente a muchas personas inocentes. La omnipresencia, la presencia a la vez en todas partes, es en realidad una condición sólo de Dios, aunque, en sentido figurado, define también al que quiere estar, o está, en casi todas partes. Digamos que la Ciudad Autónoma de Melilla (antes el Ayuntamiento, que, en épocas pretéritas no tan lejanas, era gobernado por una sola persona, el alcalde, con la asistencia de unos pocos concejales -normalmente sin sueldo- y un pequeño número de funcionarios) es omnipresente y, visto lo visto y comprobado el impacto demoledor de las múltiples denuncias políticas que se han producido en nuestra ciudad, tambien se puede decir que la CAM es omniparalizante, o sea, que tiende, con gran éxito, a paralizarlo casi todo. Melilla es hoy una ciudad que, estatizada casi totalmente, se parece más en lo económico, dado el impresionante peso de lo público, a un país comunista, atrasado y paupérrimo como Corea del Norte, por ejemplo, que a un estado-ciudad de libertad de empresa y progreso (verdadero progreso, no eslóganes infantiles tipo socialista/populista/independentista) como Singapur, por poner sólo un ejemplo de buena administración y magníficos resultados en un territorio reducido y poblado por diferentes razas y etnias.
Para empeorar aún más la situación, hay que tener en cuenta que lo público tiene una tendencia imparable y carísima a crecer sin medida. Hasta llegar a situaciones que, si no fueran dramáticas por el despilfarro de dinero de los contribuyentes que en sí mismas significan, se podrían calificar de ridículas. Como la creación por parte de la CAM de un nuevo puesto público, un nuevo director general más a sumar a los incontables ya existentes, como "Jefe de protección de autoridades e infraestructuras"… en una ciudad de poco más de 80.000 habitantes. Parece una broma, una broma pesada, si se quiere, pero no lo es. Es, según el portavoz del Gobierno local, "una necesidad legal". Una necesidad que nadie puede llegar a comprender, como la de que se mantenga en su puesto a varios Directores generales carísimos e inoperantes, cuyo coste por trabajo eficaz realizado se puede calificar como infinito, el resultado de dividir cualquier cantidad (en su caso una cantidad/salario extraordinariamente alta) por cero.
Dicho esto conviene insistir, porque es muy importante tenerlo en mente, en que gran parte del caos público en el que se encuentra hundida Melilla tiene su causa en unas denuncias políticas numerosas y extravagantes, unas "investigaciones" y detenciones lamentables -cuando no delictivas, como el tiempo demostrará- de algunos Guardias Civiles que manchan el buen nombre del Cuerpo y unos retrasos judiciales enormes que mantienen en inseguridad y dañan gravemente a muchas personas inocentes. Porque ese es otro tema importante: en la España de hoy todo el mundo al que alguien delata (habitualmente con razones políticas de fondo) y un mal investigador investiga pasa a ser culpable mientras no demuestre lo contrario. O sea, se ha dado la vuelta a un principio básico del Derecho, que es que todo el mundo es inocente mientras no se demuestre lo contrario. Habría que recordar, en este punto, lo que decía Karl Popper en su libro En busca de un mundo mejor: "Preferimos un orden que garantice una plena protección legal, incluso de los criminales, de forma que no sean castigados en los casos en los que existe duda.Y preferimos este orden a otro en el cual incluso aquellos que son inocentes de cualquier delito no puedan encontrar la protección legal y sean castigados incluso cuando su inocencia es manifiesta (caso Sajarov)". Hay muchos tipos de castigos, además, y en Melilla ya se ha hundido anímica y moralmente a muchas personas que ni siquiera han sido juzgadas todavía, años después de haber sido denunciados y, con casi toda probabilidad, vía denuncias falsas.
Una de las pocas salidas que tiene esta situación es que exista una prensa libre que denuncie este tipo de atrocidades, esta situación muy grave en España e insostenible en Melilla. Que una prensa sea libre depende en gran parte de que los ciudadanos a los que se dirige la apoyen, la sientan como suya, comprendan que es, posiblemente, su único sostén para luchar en muchas ocasiones, con eficacia, y poder vencer las injusticias. Buscando incrementar ese apoyo popular, que ya sentimos muy grande, en MELILLA HOY hemos puesto en marcha una Promoción Limitada de suscripción anual a nuestra edición digital, por el módico precio de 50 euros anuales. Es muy importante que los melillenses sepan que la independencia financiera es la que posibilita la libertad de expresión y que una ciudad con tantos problemas como la nuestra necesita un nexo de unión y de expresión como lo es MELILLA HOY. En sus manos estamos, como hemos estado siempre, desde aquel abril de 1985 en el que apareció nuestro primer número que, permítanme la inmodestia, fue el inicio de algo sin lo cual esta ciudad sería mucho peor de lo que es y muchos melillenses no tendrían la protección y la libertad de expresarse que sólo un medio de comunicación puede proporcionar en la sociedad actual. Necesitamos la ayuda económica, aunque sea pequeña, de muchos melillenses, cuantos más mejor, porque sólo así podremos seguir siendo libres y los melillenses, con nosotros, también. Por favor, en beneficio de todos, llamen al periódico y suscríbanse.
Posdata. "Es un error confundir el nacionalismo con el patriotismo. Éste es un legítimo sentimiento de amor por el suelo donde uno nació; aquél, una doctrina decimonónica, restrictiva y anticuada, que en América Latina había enfrentado a nuestros países en guerras fratricidas y arruinado nuestras economías", escrbía Mario Vargas Llosa en su libro El pez en el agua, autobiografía personal y política del gran escritor peruano que obtó a la presidencia de su país y perdió en la segunda vuelta con un hasta entonces desconocido Fujimori, más tarde condenado por corrupción. Eso, guerras fraticidas y ruina, es lo que van a conseguir, si el 26 de junio no lo impedimos en las urnas, los Pablo Iglesias y compañía, ayudados por parte de ese PSOE dividido, desnortado y que incurre en errores tan graves como criticar que el paro haya bajado de los 4 millones en España, creyendo que somos tontos olvidadizos que no recordamos que hace cuatro años, cuando ellos gobernaban y como Rajoy ahora recuerda, se destruía empleo de forma masiva.
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Denuncias políticas y caos en Melilla
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