Un pequeño regalo a las Josefas, los Josés y los padres, entre los que me incluyo. Unos minutos de meditación, con la pandemia al fondo y el confinamiento como imposición. “El destino humano se halla sujeto a las crisis económicas, la desocupación y la guerra. El hombre ha construido su mundo…pero ya no es el dueño del mundo que él mismo ha edificado”, escribió Erich Fromm en su libro “El miedo a la libertad” (The fear of freedom).
Hoy, y tras lo de nuestro apocalíptico confinamiento por lo del corona virus, nos sentimos individualmente impotentes a las amenazas exteriores, como si estuviéramos en una verdadera guerra. Hoy padecemos ese embotamiento de la capacidad de pensamiento crítico, derivado del uso y abuso de los métodos de propaganda política, tan en boga, y nuestro sentimiento de independencia, de significar algo, ha desaparecido. Podemos, sí, silbar en nuestra particular oscuridad, pero silbar en la oscuridad no trae la luz y el “conformismo compulsivo automático que prevalece en nuestras democracias” (Fromm) se está evidenciando, lo estamos padeciendo, sumisamente.
No tenemos muchas razones para felicitarnos, tampoco para silbar en nuestros forzados encierros, pero, aunque sea a distancia para no contagiarnos, mi felicitación a los padres en su Día. Un poco de yo individual no es mucho.
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Conformismo compulsivo
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