El teléfono es un gran invento, sin la menor duda, pero en ocasiones maldita sea la hora en que suena. Eso mismo he sentido hoy cuando me han llamado para darme la triste noticia del fallecimiento de Miguel Luis Muñoz Lorente. Es posible que para un lector joven ese nombre no le diga nada pero para quienes ya tenemos algunos años y hemos dedicado nuestra vida a la docencia, el nombre de Miguel Luis, de Don Miguel Luis, siempre será una referencia para escribir la palabra Magisterio con mayúsculas y recordar la inmensa calidad humana de la persona. Conocí a Miguel Luis en el Colegio Nacional de Prácticas, clases pequeñas con más de cuarenta alumnos y casi como único recurso unas cuantas tizas, que había que economizar, y una única pizarra. Eran años de inquietudes, de un sociedad viva y cambiante que quería pasar página y caminar hacia adelante; con gente con compromiso por hacer la cosas mejor. Y no le quepa la menor duda, amable lector, que Miguel Luis fue uno de esos maestros comprometidos hasta la médula por mejorar cada día en su profesión que siempre entendió como un servicio a los demás. Y bien que luchaba por ello enfrentándose en aquellos tiempos de jerarquías a quienes fuera necesario siempre con respeto y argumentos sólidos. De “casta la venía al galgo” pues su madre, Doña Luisa, ya había servido en un pequeño colegio en el barrio Del Real donde aún los mayores la recuerdan con cariño.
Cuando alcanzó una plaza en propiedad lo destinaron al Colegio España -por entonces conocido popularmente como el “colegio de Ataque Seco” del que llegó a ser director realizando una labor que por todos fue considerada como extraordinaria, llevándose de allí el cariño y el aprecio de compañeros y alumnos, muchos de los cuales habiendo alcanzado grandes éxitos en la vida solían expresarle su agradecimiento y reconocimiento.
Cuando dejó la dirección, pidió una unidad en el Pueblo, dependiente del Colegio España, y allí, precisamente donde nació la primera escuela de Melilla, también realizó una importante y recordada labor.
Su generosidad e inquietudes no tenían límites y en aquellos tiempos difíciles, donde señalarse podía ser un problema, ya estaba por la labor de la formación continua del profesorado organizando, cuando ni había CEPRs ni nada que se le pareciese, unos Cursillos de Matemáticas Modernas que hubieran encantado al propio Venn y que a sus compañeros nos hizo conocer y valorar en su justa medida aquel enorme maestro que era Miguel Luis.
Y un día, el Ministerio de Educación tuvo el acierto con el apoyo de todo el magisterio melillense de concederle la Medalla de Alfonso X El Sabio que sin duda fue para él un orgullo y para los demás maestros que le conocíamos un privilegio por ser su amigo y compañero.
Hoy, Miguel Luis, nos ha dejado desde la lejana Gerona donde vivía con su hermana. Su presencia humana y profesional seguirá para siempre en el recuerdo de muchos maestros melillenses….y con toda seguridad de todos aquellos que fueron sus alumnos.
Y precisamente desde ese recuerdo, me atrevo desde estas líneas, sabiendo de antemano que hablo en nombre de muchos maestros y maestras melillenses pedir a las autoridades correspondientes que su recuerdo sea imborrable y algún centro escolar de Melilla lleve el nombre de este Maestro, de esta persona ….La Comunidad Educativa de Melilla seguro que lo agradecería.
Descanse en paz, Miguel Luis Muñoz Lorente, maestro que hoy estará en las mejores aulas del cielo acompañando al Maestro.
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Al maestro Miguel Luis Muñoz Lorente
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