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Ahora vienen las madres mías

Ahora vienen las madres mías porque la Justicia no deja confinar el CETI y evitar un riesgo a toda la población de Melilla, que no merece el sufrimiento de tener como gobernantes a políticos que se comportan como los tres monos sabios del santuario de Toshogu (no ver, no oír, no decir) Semana horribilis para el Gobierno de Melilla. Si tuviera orejas, le llegarían al suelo de tantos tirones que está recibiendo por parte de la Justicia en forma de resoluciones intachables. El ridículo que están haciendo en sede judicial quienes nos gobiernan es de tal magnitud, que cuesta creer que nadie haya asumido aún responsabilidades. Lejos de ello, unos reaccionan pataleando, otros lloriqueando, y otros (u otras), como habitualmente, escondiéndose. Ver para creer.
Las víctimas, como siempre, los gobernados, que vemos expuesta y desprotegida nuestra salud en mitad de una grave pandemia por la falta de acción y de eficacia de los gobernantes, por mucho que ahora la estrategia sea señalar a los jueces como si fueran los culpables.
No caigamos en la trampa. Basta con hacer un poco de memoria.
El CETI, con una capacidad máxima de casi 800 personas, lleva mucho más de un año hacinado. Su ocupación es oscilante desde sus orígenes, es verdad. Pero, ante el esfuerzo que estos días hacen desde el PSOE para excusarse con que la inmigración es un problema histórico de Melilla, hay que responder con datos y hemeroteca: el CETI tenía 900 acogidos en junio de 2018, cuando el PP dejó el Gobierno por la moción de censura que el PSOE sacó adelante. En abril de 2020 llegó a tener más de 1.750. El doble de ocupación en menos de dos años. Esa es la hoja de resultados del PSOE desde que tiene la responsabilidad del Gobierno de la Nación porque no hace traslados frecuentes a la península como sí hacía el PP, teniendo, como tuvo, más entradas irregulares que el PSOE.
El Gobierno de Pedro Sánchez ha hecho oídos sordos a las incesantes peticiones de oenegés nacionales e internacionales, organismos oficiales como ACNUR y el Defensor del Pueblo, y otros partidos que advertían de la necesidad de aliviar la ocupación del CETI por el enorme riesgo que suponía en esta pandemia. Dicho de otra manera, el CETI era un polvorín al no poder garantizar, siquiera, las distancias de seguridad entre sus residentes.
Sorprende que ese polvorín no estallara porque no hubo contagios en la primera oleada de la pandemia, pero en esta segunda que estamos sufriendo no nos hemos librado. El CETI sigue hacinado porque el Gobierno del PSOE no hizo los deberes cuando tocaba mediante traslados que eran urgentes.
Ahora vienen las madres mías porque la Justicia no deja confinar el centro y evitar un riesgo a toda la población de Melilla, que no merece el sufrimiento de tener como gobernantes a políticos que se comportan como los tres monos sabios del santuario de Toshogu (no ver, no oír, no decir).
Señores (y señoras) del Gobierno de Melilla y del Gobierno de la Nación: que las fronteras estén cerradas no significa que no se puedan hacer traslados a la península para evitar un CETI hasta los topes. La solución no es confinarlo, porque nuestras leyes no lo permiten. Sorprende que adoptaran una decisión en esa dirección sin pedir ratificación judicial y, una vez que la pidieron y la Justicia no les respondió como esperaban, cometieron la tropelía de hacer una nueva orden idéntica y mantener un confinamiento que un tribunal había dicho que era ilegal. Ni siquiera la delegada del Gobierno, Sabrina Moh, supo qué responder el otro día cuando MELILLA HOY le preguntó por qué se mantenía un confinamiento que la Justicia había tumbado y que, pese a haber una nueva orden de Salud Pública al respecto, ésta no había recibido aún ratificación judicial.
No parece que, en este caso, la actuación de nuestras administraciones haya sido acorde a la legalidad. Vergonzoso por parte de un Gobierno, el de CpM, PSOE y Ciudadanos, que presumía de regeneración democrática. Y temerario, por no exigir a Moncloa que aliviara la presión asistencial en el CETI, que esta semana ha estallado en dos sentidos: el literal, en forma de peligroso motín, y el sanitario, con una serie de contagios que, veremos a ver cómo va a afectarnos al conjunto de los melillenses. Bochornoso, por no emplear calificativos más duros y merecidos.

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