Lo ocurrido en el Salón de Plenos de la Ciudad Autónoma el sábado pasado desgraciadamente trascendió en muchos casos de lo político para entrar en el terreno de lo chulesco y casi en el de lo criminal.
Nos referimos a algo que no estaba el sábado en el foco de la acción política pero que se produjo dentro del Salón y en presencia de testigos. Fueron la agresión física y las amenazas de muerte contra el Editor de MELILLA HOY, Enrique Bohórquez, del que fuera fracasado político Julio Liarte, odiador profesional y, como los hechos demuestran, gafe chulesco contrastado.
El sábado se produjo, de una manera extraña pero no sin precedentes, el cambio político que muchos melillenses, entre ellos nosotros en este diario, consideramos necesario.
El cambio y la alternancia son los dos materiales con los que se cimienta el edificio de la democracia, decía Castelar y repetía ayer en el diario ABC su director, Bieito Rubido. Pero el cambio debe ser para mejorar, no para volver al peor de los pasados, como el que protagonizaron políticos chulescos, técnicos ineficaces que, como Julio Liarte, fueron partícipes del “más asqueroso pasado político melillense” (Carta del Editor de ayer).
Hay muchas maneras de suicidarse políticamente, unas más seguras que otras, pero la de juntarse con Julio Liarte es el suicidio político garantizado. Basta con recordar un poco el no lejano pasado político melillense para comprobarlo, para comprender la gravedad de lo que el ignorante y chulesco Julio Liarte puede originar.
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