Terminó el caluroso julio y empieza mañana el largo y vacacional agosto, en el que muchos melillenses van a “disfrutar” -calificativo obligado y políticamente correcto- de sus vacaciones, que se prolongarán hasta terminar la Feria local, en la primera semana de septiembre.
Siempre he preguntado si es obligatorio “disfrutar” de las vacaciones. Siempre me han contestado con una sorprendente sonrisa compasiva. Así que: adelante, a “disfrutar”, pase lo que pase, llueve, truene o -como probablemente ocurrirá- un calor tórrido nos atenace, en medio de unas multitudes que, también, están “disfrutando” muchísimo, quieran o no.
Yo estoy “disfrutando” estos días en Puebla de Sanabria, un pueblo precioso de la cada vez más despoblada Zamora, lleno ahora, en verano, de turistas que “disfrutan” de la belleza de la ciudad y de sus paisajes y alrededores -Lago de Sanabria a la cabeza- a pesar de que los habitantes de Puebla, como casi todos los españoles ahora -es lo políticamente correcto- se suman a los que se niegan a “disfrutar” de las visitas de tantos turistas de tan diversas nacionalidades.
Ahora me dedico a “disfrutar” de la lectura y también a “disfrutar” escribiendo estas Cartas bisemanales dedicadas a los melillenses, que no me tomo como un trabajo -Dios me libre de recurrir a tan terrible palabra y concepto, ese de “trabajar”- sino que, lo confieso, pido disculpas por lo del “trabajo” y vuelvo a lo políticamente correcto, “disfruto” escribiendo, mientras pienso en nuestra ciudad y sus habitantes, a los que me permito recordar que la esperanza -lo último que se pierde- no es lo mismo que el optimismo, no es la convición de que las cosas saldrán bien, sino la certidumbre de que algo tiene sentido, sin importar el resultado final.
Es verdad que las políticas del Gobierno – o sea, de Sánchez- han dejado a España -y muy especialmente a Melilla- en una situación económica precaria, con altos niveles de deuda, un estancamiento del PIB per cápita y la tasa de paro más alta de la UE. Lejos de las promesas de crecimiento robusto y sostenibilidad, el país enfrenta una economía debilitada y unas finanzas públicas insostenibles. El uso de propaganda y la manipulación de datos solo sirven para ocultar una realidad que tarde o temprano saldrá a la luz, con consecuencias graves para la economía y el bienestar de los ciudadanos (como decíamos en nuestro Semanario QUEZ del domingo pasado).
En Melilla, donde el Gobierno Sánchez -con la insufrible delegada del Gobierno en Melilla, Sabrina Moh, a la que Fidel Moga, que fuera su segundo en la Delegación, describe muy bien- tiene mucho peso económico, es especialmente importante la esperanza de que las cosas económicas se hagan con sentido, sin supeditarse al corto plazo político.
Citius, altius, fortius
Ahora estamos entretenidos con los Juegos Olímpicos de París. Como estoy leyendo, de nuevo, sobre Julio César, me viene a la memoria lo de “Citius, altius, fortius”, “más rápido, más alto, más fuerte”, el lema de los Juegos, la convicción de que no hay un límite para superarse a sí mismo, en cualquier actividad de la vida. Los juego olímpicos son el reflejo del eterno afán de los hombres de mejorar su rendimiento, de competir contra si mismos. El desafío no está en conseguir una medalla sino en batir sus marcas personales, en mejorar sus marcas. Eso es lo que expresa el lema latino.
España, escribí esto ayer por la mañana, no tiene hasta ahora más que una medalla, de bronce, pero quedan muchos días de competición y -aunque políticamente lo pueda parecer- no es la obtención de medallas el fundamento de los Juegos. Por ejemplo, China ha ganado ya muchas medallas… pero eso no quiere decir que el régimen político chino -el comunismo, la dictadura- sea el mejor régimen político. Xi Jinping -dictador y presidente de la República Popular China desde el 14 de marzo de 2013- no gana medallas olímpicas. Pedro Sánchez, presente en París, tampoco.
Posdata
Los nueve millones de la diáspora venezolana no han podido votar. Hay fundados indicios de fraude en la “victoria” electoral del dictador Maduro, autoproclamado vencedor de las elecciones del pasado domingo. Todo hace pensar que la “democracia” en Venezuela no cumple los mínimos estándares. Venezuela era una potencia económica en Sudamérica en los años 90; hoy se ha convertido, con Chávez y Maduro, en el tercer país más pobre del continente, sólo superados, en pobreza, por países fallidos, como Haití y Nicaragua.
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A “disfrutar” de las vacaciones
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