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VISTO DESDE FUERA: Hitler, Putin y ¿será de nuevo Polonia o las Repúblicas Bálticas?

Empezaba el pasado martes este artículo, estableciendo un paralelismo entre los acontecimientos previos al inicio de la Segunda Guerra Mundial y los que han llevado a lo que, entonces, yo pensaba sería el inicio de la invasión de Ucrania.
Hoy, con una mezcla de rabia, tristeza e impotencia, tengo que corregir lo entonces escrito para incorporar un hecho deleznable, monstruoso, repugnante, ya que el gigante ruso ha atacado a la casi impotente Ucrania.
¿Dónde está el paralelismo que menciono? Es conocida la secuencia de acontecimientos que permitieron a Hitler pensar que sus ansias expansionistas no iban a tener consecuencias negativas.
En marzo de 1938 Alemania incorpora a Austria. En septiembre de 1938, de forma vergonzosa y en un intento de apaciguar a Hitler, Alemania, Italia, Gran Bretaña y Francia, firman el Pacto de Múnich, que obligaba a Checoslovaquia a ceder a Alemania los Sudetes, zona que Hitler reclamaba argumentando que los alemanes residentes en esa zona estaban siendo hostigados. En marzo de 1939, forzados por Alemania, los eslovacos se declaran independientes y Alemania ocupa el resto de Chequia, violando el Pacto de Múnich. No es hasta septiembre de 1939, cuando Hitler invade Polonia, que da comienzo la Segunda Guerra Mundial.
El supuesto ‘apaciguamiento’ de la Alemania agresora, tuvo después como consecuencia millones de muertes y terribles sufrimientos para todo el mundo.
En el 2014 Rusia invadió Ucrania, apropiándose de la península de Crimea, y armó y apoyó a grupos rebeldes prorrusos en el este de Ucrania, que crearon lo que llamaron repúblicas populares, en Donetsk y Luhansk. Estos grupos han seguido enfrentándose al ejército ucraniano hasta la fecha. La reacción de la comunidad internacional fue, y ha sido hasta ahora, prácticamente inexistente, más allá de tibias sanciones económicas y lamentos. De nuevo el ‘apaciguamiento’, la no confrontación de la agresión, el miedo al agresor y, sobre todo, la falta de valores otros que la defensa de los intereses económicos de cada uno de los países, ha premiado al agresor y castigado al agredido.
Estados Unidos vive en su ‘insularidad geopolítica’, apartado de cualquier peligro o agresión, lo que le hace más tibio en sus reacciones ante las amenazas externas. Y, además, está en una difícil situación en política interior, con un gobierno débil y saliendo apenas de cuatro años de política exterior claramente prorrusa. Por cierto, ¿quién podría imaginar que un expresidente de los Estados Unidos diría sobre Putin, tras su agresión: “este es un tipo realmente listo … yo le conozco muy bien”? Además, el apoyo del pueblo americano a la intervención directa es muy, muy débil, tan solo del 25%, según una encuesta hecha hoy por el Washington Post.
Pero las sanciones económicas impulsadas por Estados Unidos, con la cooperación de OTAN y de la Unión Europea, si se mantienen suficientemente en el tiempo, si no se olvida la inutilidad del apaciguamiento, pueden suponer una seria amenaza a la estabilidad económica de Rusia y, por tanto, al poder de Putin.
Europa manifestaba, hasta ahora y en toda su crudeza, la falta de valores. Parece que las gravísimas consecuencias para Rusia, anunciadas a bombo y platillo, no estaban totalmente acordadas. Y, al parecer, cada país estaba de acuerdo con esas graves sanciones, siempre claro que no le perjudicaran mucho económicamente. Tan solo, por el momento, el Reino Unido y Alemania habían hecho declaraciones más fuertes, más decisivas, sobre las sanciones, a pesar de las posibles consecuencias.
Alemania, al menos, se había adelantado cerrando ‘temporalmente’, el gasoducto que procede directamente de Rusia, sin pasar por Ucrania.
Por el contrario, podríamos considerar esta la “primera agresión” a Ucrania, consentida por Europa ya que, al no pasar el gas por Ucrania, como venía sucediendo, se privaba a este país de unos importantes ingresos, por derechos de paso.
La “segunda agresión” y añado, traición, fue privar a Ucrania de armas nucleares, en diciembre de 1994, al suscribir el Memorándum de Budapest, que ofrecía garantías de seguridad por parte de la Federación Rusa, los Estados Unidos y el Reino Unido, a cambio de que Ucrania cediera a Rusia 5.000 armas nucleares, incluyendo 176 misiles balísticos intercontinentales. Si Ucrania no hubiera aceptado las inútiles “garantías”, no sabemos qué podría haber sucedido, pero desde luego no se vería ahora atacada por Rusia.
La “tercera agresión” fue el negar a Ucrania el ingreso en OTAN, dejándola así aún más desarmada para enfrentar a Rusia. El miedo a la reacción rusa, de nuevo el ‘apaciguamiento’, ha llevado a la situación actual.
¿Por qué Rusia ha invadido ahora Ucrania? La invasión de Crimea tenía una clara finalidad geopolítica, al encontrarse allí una importante base naval rusa en Sebastopol, que da acceso al Mar Negro y al Mediterráneo. E incluso lo hace el apoyo a los separatistas en el este.
Pero la invasión total de Ucrania tiene razones que solo Putin conoce. Si bien Ucrania tiene un importante valor económico, no tanto geopolítico tras la situación en Crimea, no creo que esa sea la razón. Me inclino a pensar que Rusia, que Putin, está tratando de recrear en lo posible la antigua Unión Soviética, y la invasión de Ucrania es una acción relativamente segura, al no ser este país miembro de OTAN, para comprobar la verdadera resolución de la OTAN y de la Unión Europea para enfrentarse al expansionismo ruso, muy probablemente empezando por las Repúblicas Bálticas.
Como conclusión decir que la lección sobre la inutilidad del ‘apaciguamiento’, como ocurre desgraciadamente con tanta frecuencia, no fue aprendida, no ha sido aprendida, y las consecuencias las vemos ahora en Ucrania.

P.D.
Tras escribir este artículo, y antes de enviarlo a redacción, el presidente Biden ha celebrado una muy optimista conferencia de prensa, adquiriendo un compromiso no solo sobre sanciones económicas, sino también en la defensa de los países de la OTAN, con los medios que sean necesarios.

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Gonzalo Fernández

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