Categorías: Opinión

Vamos, que nos vamos

La vida siempre sigue. Los acontecimientos se desparraman en precipitado tropel a los pies de una ciudadanía saturada en la perplejidad del día a día. Los hechos históricos ya no impregnan a la gente porque la Historia se escribe bajo esos pies, en el duro batallar. El Rey se va. Viva el Rey. La vida sigue. No sabemos si es que no se encuentra o no se va a encontrar en condiciones de seguir o es que la Casa Real ha vislumbrado un futuro parlamentario en el que sus principales valedores ya no sean mayoría suficiente. Da lo mismo. Que Rajoy ahora quiera subir los impuestos a las más pequeñas empresas para bajárselos a las más grandes, eso es otra cosa. Otro peldaño más en la escalera de la desigualdad. Que el juez ultraconservador del Tribunal Constitucional, Enrique López, impuesto tozudamente por el PP durante años de obscena presión, haya sido cazado ebrio conduciendo sin casco por la Castellana, no es más que otro de esos episodios etílicos en carretera protagonizados por conspicuos personajes de la derecha española, a los que nos estamos malacostumbrando desde hace años. Da igual. A otro pondrán en el TC. La vida sigue. Que Rubalcaba coja puerta es otra cosa. Millones de votos dependen de quien le suceda. Hizo bien el aún secretario general del PSOE en guiar la travesía del desierto que su partido inició tras la derrota electoral de 2011. Nadie más que él debía sucumbir en ella. Pero todo se ha precipitado a su alrededor ante la evidencia de que la gente ahora tiene claro lo que muchos veníamos sospechando desde hace tiempo: el centro ha muerto. O se es de derechas o se es de izquierdas. Las líneas rojas que nunca se han de traspasar ya se ven desde la Luna. Otro roca más en el camino hacia… ¿la izquierda? En "Baño de vapor", la última obra de Maiakovsky, un ingeniero idea una máquina capaz de comprimir y alargar el tiempo. Con ella la gente podría reducir a unos pocos minutos largos periodos de sufrimiento o tediosas esperas, o prolongar momentos de felicidad durante semanas. El régimen estalinista lo tomó como otra burla más del poeta de la Revolución. Poco después el poeta futurista se quitaba la vida, dejando unos versos junto a su cuerpo: "El barco del amor se ha estrellado contra la vida cotidiana". La vida siguió y siguió.

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Vamos, que nos vamos

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