Categorías: Opinión

Una noble emulación

Para D. Miguel de Unamuno, la envidia era una “noble emulación”. Eso mismo es lo que he sentido esta mañana, martes 26 de abril, al ver en éstas páginas la noticia, con fotos incluidas, que algunos componentes de la Asociación de Estudios Melillenses, han visitado los lugares de las batallas habidas en 1921-1927, entre nuestro Ejército y los rebeldes rifeños de Abdelkrím. La verdad es que, leyendo detalladamente el comentario periodístico, y observando las fotografías, he sentido esa “noble emulación” que decía Unamuno, aunque yo, lo que verdaderamente se iluminó en mi pensamiento, fue una envidia sana, que no enfermiza. Me pareció increíble, que después de casi un siglo, aún permanezcan los restos de algunas posiciones de nuestras fuerzas. Sentí envidia no poder palparlas, tocar las ruinas de sus muros en Midar, Afsó, El Guerrao, y otras antiguas posiciones, como hacía Eladio Algarra en los nombres grabados de los canteros en las piedras de El Pueblo, cuando subía por la Puerta de Santa Ana, hacia Las Peñuelas, y escribía sus bellos poemas dedicados a nuestra ciudad.

A la sombra de esos derruidos muros, yo hubiera pensado en nuestros soldados, en su glorioso sufrimiento, los que se ganaron con su sangre, lo que la diosa Niké (El Ángel del Cementerio), tiene en sus manos, como es la “Palma del Martirio de los Cristianos” y “El Laurel”, ambos símbolos para mayor Gloria de nuestra Patria, cuando defendían nuestra cultura, nuestra lengua y la idiosincrasia, que tanto nos caracteriza a los españoles.

También leo que, después de pasar un lúdico día, lleno de recuerdos, con picnic (rancho en frío), a las 6,30 de la tarde llegaron a Melilla llenos de felicidad.

Deben disculparme si, humildemente, yo les recomiendo que esa misma gira la hagan otro día, pero que sea al Cementerio de La Purísima, y de paso, que cada excursionista vaya provisto de un cubo, un cepillo de barrer, un trapo y una flor, ya sea ésta una rosa, un gladiolo, una margarita o un clavel: la que sea, qué más da, si a nuestros Héroes, no les importa ni la forma, ni el color, ni el olor. Y hagan con sus lápidas, como la RAE a nuestro castellano idioma: que ilustra, limpia y da esplendor. Nuestros Héroes, parafraseando a Juan R. Jiménez, comentarán: “Allá va el olor de la rosa (Patria), cógelo en tu sinrazón…”. Creo que desde su gloriosa atalaya se lo agradecerán. Y a continuación que cada uno deposite la flor encima de la lápida que le haya tocado en suerte.

Esperando que no les haya parecido nada peyorativo, ni tampoco molestado esta recomendación, reciban un cordial saludo.

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