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Tiempo de desvergüenza

Al todavía presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le escribieron un libro titulado ”Tiempo de resistencia”, destinado a justificar su apego ilimitado al poder. Aquella supuesta resistencia, cuyo principal efecto fue la apropiación del PSOE por la secta que encabeza Sánchez, es hoy un tiempo de desvergüenza, iniciado con la mayoría de investidura que le permitió seguir en el palacio de la Moncloa tras perder las elecciones generales y que se ha agravado, hasta límites inauditos, durante los últimos días.

La verdadera y ejemplar resistencia es la que esta semana han llevado a cabo la mayoría de jueces y fiscales, protagonistas de una insólita huelga de profesionales de la Justicia, de la que no hay precedente, contra la reforma legal que se propone acabar con su independencia mediante dos vías: el acceso a la carrera sin superar una oposición y el ejercicio de la instrucción por parte de los fiscales, en lugar de los jueces.

La desvergüenza es doble. Por una parte la reforma en sí, por otra intentar la tropelía cuando el sanchismo se encuentra en una situación de acusada debilidad política. El Gobierno ha llegado a la extravagancia. El triple ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, ha manifestado que jueces y fiscales protestaban porque no se habían leído la propuesta, lo que le convierte en firme candidato a bufón político del año.

Cada semana que pasa aumenta el número de cargos socialistas implicados en casos de corrupción: política, económica y sobre todo moral. Como de costumbre, con un trasfondo de mentiras generalizadas, hasta el punto de negar la evidencia. La doctora Montero, vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda, dijo hace apenas tres semanas que ponía la mano en el fuego por la honorabilidad del que era secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, hoy internado en la prisión madrileña de Soto del Real. Las manos de la señora Montero deben estar carbonizadas.

La actuación política de María Jesús Montero se basa también en la desvergüenza. Tras la estafa continuada de no deflactar las tarifas del Impuesto de la Renta, se abre a negociar una financiación “singular” de Cataluña que de forma necesaria supondría una merma de ingresos del resto de las comunidades autónomas, incluida una Andalucía de la que pretende ser candidata. ¿Supone que los andaluces se dejarán engañar?

Otro caso digno de estudio es el del líder socialista extremeño, Miguel Ángel Gallardo. El Tribunal Superior de Justicia ha rechazado su maniobra para convertirse en aforado, que considera fraude de ley. El procedimiento que le afecta, junto con el hermanito artista David Sánchez, debe continuar en la jurisdicción ordinaria. Un mínimo de coherencia democrática conduciría a Gallardo a dimitir, pero resulta evidente que no se trata de un político demócrata. Su descalificación de la juez Biedma no puede ser más penosa. No tiene categoría política ni siquiera para ser concejal de una pequeña aldea.

Lo más importante es la situación en la que se encuentra Pedro Sánchez, que dedicó la semana al carnaval de Naciones Unidas en Sevilla, sobre financiación del desarrollo, sin ninguna aportación relevante. El presidente español prometió, con cuarenta años de retraso, dedicar el 0,7 por 100 del PIB a programas de esa naturaleza, los cuales no han sacado a ningún país del subdesarrollo y que con frecuencia benefician a chiringuitos supuestamente humanitarios y gobernantes corruptos.

Lo que realmente importa de Sánchez es su responsabilidad en los casos de corrupción, que ya tienen bajo investigación a los tres compadres que le acompañaban en el famoso Peugeot, durante su campaña para recuperar la secretaría general del PSOE.  ¿Tiene sentido que desconociera las actividades de quienes han sido durante años sus principales colaboradores? La respuesta más evidente es que no. Es posible -aunque no seguro- que no tenga responsabilidad penal, pero la responsabilidad política es completa y le aboca no sólo a dimitir, sino a no volver a presentarse para cargo público alguno.

Si a ello se suman las peripecias económicas de su esposa Begoña Gómez -cuya presencia en Sevilla ha resultado obscena- y el trato de favor al hermanito artista, es inevitable concluir que la continuidad de la democracia exige que Sánchez y su tropa abandonen cuanto antes la Moncloa.

 

 

(*El melillense Miguel Platón fue director de Información de la Agencia EFE España, consejero de Radiotelevisión Madrid y director de Multimedia)

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Redacción

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