melillahoy.cibeles.net fotos 1076 Juan Aranda web
Aunque romántico parezca,….. y quizás lo sea; y si Sócrates pensaba dialogando y Descartes dudando, yo cuando pienso en Melilla, dichoso lo hago soñando. Nunca digo que la ciudad, donde me nacieron, es mía, porque en realidad es que yo soy de ella, como la Ñ a nuestro castellano idioma, como el olor ajado de una rosa, a la misma recién cortada; como mis pensamientos volando al aire en mi Parque Lobera, que siempre me retraen a mi niñez. A sus murallas de San Miguel, o las de San Carlos, donde en invierno la lluvia oblicua las golpea. Donde en el atardecer del estío, una pareja con la oratoria muda en sus ojos, sólo hablaban de amor en los grandes bancos-nichos, cercanos a Victoria Grande.
¡Melilla!, con su Rusadir barbacano, que la guarda y la mima, desde La Concepción, desde Las Cabras, desde La Florentina, desde las Cinco Palabras, con el Creo En Dios Padre Todopoderoso; todos con sus lienzos de piedra, donde sólo le habla el viento, que al mar, dislocado, agita. Y el Gurugú, ¡ay!, Gurugú abrupto y escabroso, con su salvaje y horrendo barranco cánido, que fue de sangre regada de muchos españoles; siempre desde su ruinoso castillo, la acecha y vigila.
¡Melilla!, lugarón que gayola de presos fue antaño, sonriente y feliz es hogaño. A veces por vecinos fue asediada, otras, con ingratitud, por hermanos desamparada y ……. maltratada. Pero siempre por vecinos, su pureza de cinco siglos española, sin razón es deseada. El Nazarí de Granada, reino que tenía Melilla, era español, como yo; y hoy el único que sin razón la reclama, ni es español, ni de Granada.
Su Río, nuestro Oro, que no es oropel de relumbrón, ni tampoco aprendiz de río. Es nuestro Oro, el río de las ranas y los sapos, el de la aguada de mi padre, con su roja regadera, el que a veces, con sus buches que asustan, atraviesa su corazón, por discurrir por avenida que no es suya. Sus dos grandes pensiles, como pañuelos bordados de flores, son los hermanos melillenses: El Hernández, y el Lobera, mis parques: El de la sombra de pinos en Ataque Seco, desde su atalaya de Victoria Grande siempre mira, con amor de humilde hijo, a su lejana Madre Peninsular. El que siempre la llama con dulzura ofreciéndole sus frutos: “Es mi sombra de pinos, madre”. Su hermano, el Hernández, desde sus altas palmeras, con estribillos de sus ramas, y sus flores cantoras, celoso le dice: “Yo la veo mejor que tú, y nos manda besos con el mar”.
¡Melilla!, coqueta, alegre y bonita, con sus calles alfombradas de Historia, la que durante siglos Marte la cubrió de gloria; siempre sera en mi corazón honda jacilla, mientras de un cielo añil alumbrada, veo cruzar la mar, una africana gaviota volar, y en sus alas,….. mi niñez; trayendo a esta peninsular hermana orilla, mi memoria, que bebo de tu inmensa gloria.
Que jamás te quepa duda, Melilla, que con los colores de nuestra bandera acerola, para mí, serás siempre española.
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Sentimiento y amor por mi ciudad
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