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Sed de estabilidad

Aparentemente la gobernabilidad del país está en manos de Sánchez (Psoe), Iglesias (Podemos) y Casado (PP), a partir de las respectivas convocatorias del primero a los otros dos, en la mañana y la tarde de este martes.Hay un cuarto en danza, Rivera (Ciudadanos), que se ha negado a tratar con el presidente del Gobierno en funciones y candidato a repetir en Moncloa, según encargo oficial ya formalizado por el Rey de España, Felipe VI.
Este veto de Ciudadanos al aspirante socialista, como ganador de las elecciones generales, pone muy difícil la tarea de forjar un Gobierno de mayoría parlamentaria suficiente que dote al sistema de la estabilidad exigible desde diciembre de 2015.

El veto empuja a Sánchez a completar con el nacionalismo periférico su teórica alianza -tampoco está garantizada- con el socio "preferente" (Podemos). Y eso es comprar todas las papeletas para formar un Gobierno marcado por la inestabilidad y los arañazos al orden constitucional, entre los que declaran su aversión al régimen del 78 y los conjurados para la escisión de una parte del territorio nacional.

Esa fórmula asegura la continuidad de Sánchez en Moncloa. Es verdad. El poder puede ser muy gratificante para sus aspiraciones. Pero ser el que más manda no supone necesariamente ser el que más problemas reales de los españoles puede resolver. Lo cual nos remite a la necesidad de poner los intereses generales por encima de la razón de partido.
¿Está en eso Sánchez? ¿Están en eso los otros dos partidos de inequívoca adhesión constitucional, como son PP y Cs? No estoy seguro.

Casado (PP) invoca la lógica del primer partido de la oposición y su papel de alternativa. Obligado a oponerse a la investidura y al nuevo Gobierno. Sánchez no se apea de su estrategia básica: reproches preventivos a quienes obstaculicen la investidura y provoquen la repetición de elecciones. O sea, hacerles culpables por anticipado, en vez de persuadirles por todos los medios de las ventajas que tendría para el país un Gobierno estable sobre bases sólidas.

Y, finalmente, Rivera (Cs). Estigmatiza a Sánchez y reniega de cualquier tipo de acercamiento al PSOE. Aquí está la clave de la gobernabilidad. O de la ingobernabilidad, si el veto se mantiene, en cuyo caso se malogrará la única combinación que garantizaría estabilidad para los próximos cuatro años.

Hablo de una alianza cerrada PSOE-Cs. Lo pide la matemática de las urnas y la lógica política entre dos fuerzas ideológicamente fronterizas. Si el desenlace no es ese, solo pueden ocurrir dos cosas: la formación de un gobierno tambaleante o la repetición de las elecciones. No hay más.

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