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Entre septiembre y octubre de 2005, hace justo 10 años, miles de inmigrantes subsaharianos protagonizaron la primera crisis de las vallas de manera simultánea en Ceuta y Melilla. Las fronteras alambradas de las dos ciudades autónomas se vieron sorprendidas por una nueva estrategia para acceder de manera irregular a España, una alternativa a las pateras, el único método que se utilizaba entonces para pasar de África a Europa. Ayer, 27 de septiembre, se cumplió una década de la primera entrada masiva en la frontera melillense, en la que 700 inmigrantes trataron de saltar la doble valla y más de 200 lo consiguieron. A aquella madrugada le siguieron otras igualmente duras en la frontera, donde la Guardia Civil recogió decenas de escaleras de madera que fabricaban los propios subsaharianos en los campamentos del Gurugú con las ramas de los árboles para sortear los 3 metros de altura que entonces tenían las dos vallas que actuaban como frontera entre Melilla y Marruecos.
Después de varios días consecutivos registrando intentos de entrada, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero reaccionó enviando repentinamente a Melilla a su vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega. La número 2 de Moncloa aterrizó de noche en el aeropuerto el 5 de octubre y nada más bajarse del avión, acudió al tramo de frontera más cercano para conocer personalmente cómo funcionaba la valla que en aquellos días era el foco de atención del mundo entero.
La vicepresidenta anunció las medidas que cambiarían la fisonomía de la valla a lo que es la actualidad: el recrecimiento de la alambrada hasta los 6 metros de altura y la instalación de una sirga tridimensional para impedir la entrada de más inmigrantes, además del envío del Ejército a custodiar la frontera mientras se ejecutaban. Aquellas medidas zanjaron aquella primera crisis hasta que dejaron de ser efectivas varios años más tarde volviendo, en esta etapa reciente, a revivir lo que ocurrió hace ahora justo una década.
También entonces el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) se colapsó hasta albergar a 2.400 personas, muchas de las cuales durmieron varias noches a la intemperie por falta de medios. Fue cuando se empezó a recurrir a las carpas militares, una solución que sentó precedente y que se volvió a utilizar años después, en la segunda crisis de las vallas que Melilla empezó a vivir desde 2013 y que fue especialmente intensa en 2014, el año récord de intentos y de entradas por la alambrada.
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