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Relaciones con Marruecos: lo anormal convertido en normal

Nuestras relaciones con el Reino de Marruecos, las de España, rozan -si no superan- el esperpento. Con el agravante de que el esperpento, en vez de tender a disminuir, aumenta con el transcurrir del tiempo y con las inexplicables e inexplicadas reacciones de algún que otro Presidente español, con Mao Sánchez, el presidente del PS (Partido Sanchista, antes Socialista) y lo que Marruecos sabe de él, a la cabeza.

El empecinamiento, que no cesa, del Marruecos de Mohamed VI con convertir a Melilla y Ceuta en ciudades marroquíes no tiene explicación racional alguna. Emocional puede ser, pero racional y práctica para el pueblo marroquí, especialmente para los maltratados rifeños, ninguna.

Sería racional y práctico que Marruecos aprovechara económicamente las ventajas de tener unas fronteras próximas europeas. Sería una oportunidad enorme para el desarrollo económico de un pueblo, el marroquí, que tiene unos de los mayores índices de pobreza del mundo, especialmente en el Norte de su territorio.

En un país democrático, preocupado por el bienestar de sus habitantes, esa oportunidad de tener a las Melilla y Ceuta españolas al lado no sería desaprovechada. En un país con dictadura teocrática, el pueblo no está compuesto por ciudadanos con derechos y obligaciones, que aspiran a mejorar su condición sin tener que emigrar de su país, sino por súbditos. Súbditos que seguirán viviendo mal y aspirando, como única salida posible, a irse a la denigrada Europa. Súbditos a los que se intenta distraer con la ficticia creación -propia de todas las dictaduras- del ‘enemigo exterior’, las ciudades españolas de Melilla y Ceuta, en esta ocasión.

El problema, como bien titulaba nuestro Editorial del martes, es que se termine por normalizar lo que no es normal, la situación de nuestras fronteras con Marruecos. Decía nuestro Editorial: “El Gobierno de España debería haberlo evitado, pero sin embargo, que sepamos, aún no ha tomado ninguna medida. Lo peor es que tampoco lo hizo antes con otros asuntos aún más gravosos que un mapa oficial (que incluía a Ceuta y Melilla como ciudades marroquíes), como la desigualdad en la aplicación del régimen de viaje­ros en la frontera o lo de la aduana, que sigue cerrada más de un año después de asegurarnos (nuestro Gobierno) que las abrirían en esta etapa de nuevas relaciones”.

Por eso, por considerar normal lo anormal, estamos como estamos (tan mal) y lo que nos puede quedar por delante es un peligro de muerte si no damos los pasos urgentes y necesarios para ser más Europa y para aprovechar, vía iniciativas privadas, las enormes posibilidades de desarrollo económico que Melilla -y Ceuta- tienen.

 

Menos comunismo y menos robo fiscal

Para empezar, bajemos la presión fiscal en Melilla, como pedía -para el mundo- Wilfredo Pareto y como ha hecho Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Empezando por no eliminar ventajas que históricamente ya tenemos.

La presión fiscal en España es ya del 40%. Y subiendo ese robo autorizado. La esperable otra cara de la moneda es que “La mitad de los españoles de entre 18 y 55 años se plantean opositar”. Les interesa “la estabilidad”, publicó el diario ABC el lunes. Ese porcentaje es, sin duda, muy superior en Melilla, esta ciudad comunista, en la que casi todo es público y la que no lo es, aspira serlo.

¿Puede tener estabilidad un país que genera este tipo de estado de opinión? ¿Quienes pagarán a los que no producen, los empleados públicos? ¿Qué pasará cuando, a los que producen, les roben, via impuestos -directos e indirectos- e inflación -el impuesto no legislado, como lo definía Friedman-, más del 80% de lo que ingresan? Pasará que dejarán de trabajar -si no lo han hecho ya, como es el caso de Melilla- obviamente, porque el masoquismo también tiene sus límites y porque la tomadura de pelo de la propaganda comunista -el dinero crece por generación espontánea- también tiene sus límites.

“España tiene un déficit de emprendimiento privado porque nuestro país no simplifica la creación de empresas y la regulación se convierte en una losa que disuade al más valiente”, decía el Editorial del ABC del martes. “El hombre es un ser que actúa. El ser activo activa la realidad misma, la pone en marcha de un modo que sin él nunca hubiera llegado a ocurrir”, escribió Fernando Savater en su libro ‘El valor de elegir’. En Melilla el déficit de emprendimiento privado y los obstáculos al hombre (o mujer) que intenta actuar son muy superiores, en lo negativo, a lo ya muy negativo que ocurre en el resto de España.

 

Posdata

Alberto Núñez Feijóo ya ha recibido el encargo del Rey de intentar formar Gobierno. Pedro Sánchez no ha tenido tiempo suficiente para ‘engañar’ a los enemigos de España, o para que simulen haberse dejado engañar. Lo esperable es que Feijoó no obtenga, en septiembre, la mayoría necesaria en el Congreso, pero ya veremos.

 

Enrique Bohórquez López-Dóriga

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Relaciones con Marruecos: lo anormal convertido en normal

Enrique Bohórquez López-Dóriga

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