Categorías: Opinión

Reflexiones de un guardia civil que trabaja en la valla de Melilla

Otra noche como una noche cualquiera. Circulando por mi zona asignada en mi coche-patrulla con la única compañía de la radio, pensando que no pase nada, simplemente que pasen las horas. Te cruzas con algún compañero, nos paramos y echamos unas risas. Ya queda menos, es la frase de despedida. Al rato, lo que temías…

  • Un grupo de 800 a un km… Dice uno de los camaristas
  • Joder… Noche de rock and roll.

Ya sé la zona, me dirijo a ella, y como yo, todos mis compañeros. Nos miramos, hay tensión y resignación…

  • El grupo a 500 metros…

Se escucha llegar el helicóptero y accionamos las sirenas. El propósito es intimidarlos, que se retiren, pero…

  • A 300 metros…

Nos bajamos de los vehículos, nos preparamos, cascos, guantes, defensas, esas son nuestras armas frente a palos, piedras, botellas y lo peor, desesperación, hambre, necesidad… Una valla y nosotros les separamos de sus sueños…

  • 200 metros de valla…

Estoy sudando y hace frío, el olor a hoguera es lo primero que nos llega, sientes que el suelo tiembla, bajo la visera del casco. Mi chulo, mi chein y mi mujer es la última imagen nítida que se queda en mi mente… Lluvia de piedras… Compañeros entre valla, ya están aquí, los ves trepar, los ves saltar, una valla, la segunda, aguantamos, tengo uno enfrente, me mira, sus ojos son rojos, llenos de desesperación, me amenaza con una piedra, yo con la defensa, chilla, chillo… Mi experiencia me dice que no me va a tirar la piedra, estaría perdido, yo he de acercarme para reducirlo, y si me la tira???… No dejamos de mirarnos a los ojos, nos retamos al mismo tiempo que nos tememos… Defensa a la rodilla, cae, me apoya un compañero, reducido, a por otro… Todo acaba… Hay heridos, tumbados por el cansancio, pero felices, lo han conseguido. De 800 han pasado un centenar. La mayoría corren buscando el CETI, nos quedamos con los heridos. Me quito el casco, suelto la defensa y voy a mi mochila. Saco la botella de agua y la poca comida que me queda para pasar la noche. Me dirijo al que fue mi enemigo, le doy agua y algo de comer. Me mira agradecido.

Llego a casa. Me meto en el baño. El uniforme manchado de sangre ajena, me ducho. Me dirijo al cuarto de los enanos, duermen como angelitos, los beso. Me meto en mi cama, mi mujer se vuelve:

  • ¿Cómo ha ido la noche?
  • Bien, como siempre…

Se duerme… Yo no puedo, imágenes, imágenes y más imágenes. Tengo esa mirada clavada en mi mente, -perdona amigo, espero que entiendas mi trabajo como yo tu situación-. El cansancio me vence…

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