Red de mentiras

Lo que ha pasado durante los últimos días es como si Pedro ¨Sánchez y su banda hubieran caído en una telaraña que cada vez les aprieta más y de la que tienen dificultades para salir.

Como una de las iniciativas con la que tratan de escapar es el recurso a cortinas de humo, también conocidas como la tinta del calamar, conviene precisar cuáles son los términos de la cuestión.

Primero, las elecciones generales del pasado 23 de julio fueron ganadas por el Partido Popular que encabeza Alberto Núñez Feijoo, que consiguió 137 diputados por 121 del PSOE de Sánchez, y mayoría absoluta en el Senado.

Segundo, la opción más democrática de acuerdo con ese resultado era y es un gobierno de gran coalición PP-PSOE, con Feijoo de presidente del Gobierno. Sólo el sectarismo enfermizo y la soberbia de Sánchez, no menos enfermiza impidió e impide una fórmula que refleja mejor que ninguna otra el voto de los ciudadanos.

Tercero, los españoles no respaldaron una mayoría en la que tienen el peso decisivo una formación neocomunista y tres pequeños  partidos separatistas. Esta mayoría no está al servicio de los intereses generales, sino al de la permanencia de Sánchez en la Moncloa y el progreso de las aspiraciones secesionistas.

Cuarto, las cesiones del sanchismo a tales socios, comenzando por una ley de Amnistía inconstitucional, no suponen el cumplimiento de promesas electorales, sino su vulneración.

No se entiende nada si no se asume que Pedro Sánchez no es un gobernante democrático, sino un autócrata con vocación de dictador, jaleado por un rebaño lanar de sanchistas que sólo atienden a su interés personal.

Esta política se ha generalizado con prácticas como la ocupación de instituciones por una colección de mediocres fieles al presidente y actuaciones contrarias al funcionamiento de una democracia. Esta semana, por ejemplo, la vicepresidenta María Jesús Montero se quejó de que el Senado no aprobara el techo de gasto que había presentado el Gobierno. Vamos a ver si te enteras, criatura: como el Gobierno carece de mayoría, lo democrático es negociar con el PP a fin de pactar un techo aceptado por ambos partidos. No hacerlo significa decir no a la democracia.

María Jesús Montero, licenciada en Medicina e inverosímil ministra de Hacienda, sigue así la senda de su jefe Pedro Sánchez, que conduce al bloqueo político. No cabía esperar otra cosa de quien lleva años sin actualizar los tramos del IRPF, lo que supone un aumento de la presión fiscal que resulta ilegal en opinión de muchos. Incluso trabajadores que perciben el salario mínimo han visto cómo una subida nominal resulta en una diminución de ingresos. Como ocurre siempre, son las rentas medias y bajas quienes más sufren el aumento de los impuestos. Afirmar otra cosa es mentir, porque no tiene sentido alegar ignorancia.

Otra mentira es negar la condición terrorista de cualquier actuación del independentismo catalán. Si fuera así, ¿por qué ese empeño en calificar el terrorismo de bueno o malo, y de incorporar como sea, aunque de forma camuflada, una enmienda a la proposición de ley de Amnistía que satisfaga a Carles Puigdemont y sus secuaces?

El servil fiscal general del Estado, García Ortiz, es capaz de cualquier trapacería, pero ha quedado claro que una mayoría abrumadora de los fiscales de sala del Tribunal Supremo respaldan la actuación del juez instructor del caso “Tsunami”.

No digamos la votación del Parlamento Europeo, a favor de investigar las conexiones de separatistas catalanes con agentes de la Rusia de Vladimir Putin. Hasta los eurodiputados socialistas españoles se vieron forzados a votar a favor, aunque luego no hicieron lo mismo cuando se votó, también a favor, una investigación sobre Puigdemont. Fue un sinsentido: no es verosímil que políticos afines al ex presidente de la Generalidad se vieran con agentes rusos sin que su jefe político lo supiera.

Pedro Sánchez ha sido expedientado por la Junta Electoral, por efectuar promesas gubernamentales cuando han sido convocadas elecciones en Galicia. Lleva meses jugando con fuego. Se ha acercado tanto a la llama que ha empezado a quemarse.

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