Categorías: Opinión

Pregón del cofrade

Luz y sal. Melilla asiste, en este 2.014, a las vivencias cofrades hechas Pregón. Así un Francisco Gámez observador lo transmite a los melillenses desde la herencia legada. Puede haber muchos pregones, pero con Gámez se ha producido un cambio, el de quien viviéndolo desde dentro se sale del orden pregonero para poner la luz en aquellos hermanos y hermanas penitentes y que sean estos, quienes saliendo a la calle proclamen, desde el ejemplo, la Verdad evangélica. Esa que igualmente trasmiten a diario en Melilla, calladamente, congregaciones de religiosos y religiosas hacia los que más sufren y necesitan. Callad y haced. Y Paco Gámez se atreve a analizar la Fe, la que se aviva en pequeñas cosas que pasan desapercibidas, para en el momento de oración pedir, que su mirada no nos embargue de dolor, que nos de fuerza para aliviarle su Pasión, que su mirada nos ayude a soportar el peso de la Cruz. Esperanza y amor. Como el que nos relata Gámez dentro de las tradiciones de la Semana Santa melillense, el Cristo del Socorro, el de las buganvillas, el que lleva entre nosotros siglos y además es custodio, el Cristo ausente de aromas de nardos, de rosas y claveles, el Cristo que huele a salitre, a pólvora, a lágrimas, a miedos, a noches de tormentas, a noches de fuegos, de tragedias, de asedios, y… de VICTORIA. Este es el testigo, que debemos pasar a las nuevas generaciones a las que Gámez Pérez se dirigió: nos piden el paso, el relevo, ¡démosle el placer, el honor y el privilegio de que empiecen ellos a guiar y a vivir lo que nosotros ya sentimos y vivimos, sin imposiciones de “clases y familias”!. El pregonero exalta a María, en sus distintas advocaciones de Pasión, desde su herencia propia y enseñanza lasaliana, así es… la siempre callada y silenciosa, esperanza de una ciudad dormida, que de sus ojos brotan gotas de mar cristalino, o que humilde y sencilla camina, mostrándonos en su regazo el cuerpo de su Hijo, gélido, yerto, pero siempre ante la Soledad de la noche. “En el silencio de los hechos, habita el silencio de amor”, este pensamiento de la madre de Paco Gámez supo compartirlo con todos aquellos que le escuchábamos y como homenaje a quien fue, muchos años, Camarera Mayor de la Virgen de la Soledad. A partir del Pregón de Paco Gámez hay un antes y un después. Parecía que todo estaba dicho, que las preferencias podían con una balanza hasta inclinarla, que la opinión no tenía cabida en un Pregón sino más bien la frase hecha o lo correcto. Sus vivencias existen y se expresan pero todas en la justa medida, para que primen al observador en esa esquina y como capta un momento irrepetible desde la Fe. Con una puesta en escena impecable, una voz que acompaña y un mensaje efectivo, a Paco Gámez se le ha concedido el mejor regalo, ser pregonero en su tierra. ¡Enhorabuena!.

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