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Paloma Suárez pide perdón al Humillado por un mundo ciego al drama de los refugiados

Paloma Suárez, directora de Cope Melilla, fue la encargada de conducir este año el acto de desagravio al Cristo Humillado en la noche del Martes Santo melillense. En su discurso, pidió perdón por un mundo sumido en el miedo que generan los atentados terroristas y por la forma vergonzosa en la que entiende que Europa está respondiendo a «una realidad a la que estamos obligados a dar una solución» como es la de la llamada de los miles de refugiados que huyen de sus hogares. Tras su alocución, se inició la salida procesional de Nuestro Padre Jesús Humillado, que este año no pudo salir del interior del templo Castrense, cerrado al culto tras los daños causados por el terremoto de enero. La Cofradía de Nuestro Padre Jesús Humillado llevó a cabo este Martes Santo su estación de penitencia, aunque con el agridulce hecho de tener que recurrir para ello a una carpa en el interior del Ayuntamiento como casa hermandad y la pena de verse iniciar la salida procesional caminando junto a los muros del templo Castrense, su hogar, cerrado al culto tras el terremoto de enero. Aún así, el trono del Humillado se situó a las puertas de la Iglesia para el acto de desagravio, permitiendo a los cientos de melillenses agolpados en la plaza de Yamín Benarroch, vivir este momento de perdón.

Desagravio
La imagen de Cristo abatido, ensangrentado y coronado con espinas, se descubrió ante curiosos, devotos y penitentes, que un año más vivieron uno de los momentos más emocionantes de la Semana Santa local: el acto de desagravio. En esta ocasión Paloma Suárez, directora de Cope Melilla, fue la encargada de conducirlo.

La pregonera afirmó que Melilla vive una Semana Santa diferente porque «la ciudad y el mundo ha cambiado: y es que la sociedad, hoy, tiene miedo». Melilla tiene miedo tras el terremoto de enero que obligaba a la Cofradía del Humillado a iniciar el recorrido del Martes Santo desde un lateral del Palacio de la Asamblea y no desde su templo Castrense. Pero «da igual la distancia de nuestro camino si alcanzamos la meta propuesta», afirmó. «Estas aquí, frente a la Parroquia Castrense, tu casa, pero si me lo permites, la casa que también hemos hecho nuestra muchas personas que, si bien no hemos nacido en Melilla, ya somos de Melilla, defendemos esta tierra y crecemos con ella», afirmó rotunda, para asegurar seguidamente que esta ciudad «vive la Semana Santa que, durante todo el año, trabaja de manera callada y constante para contagiar y representar el significado de tu Pasión, Muerte y Resurrección», le manifestó al desagraviado.

Reiteró Paloma Suárez que Melilla es «diferente y lo es desde una madrugada del mes de enero en la que todo era oscuridad, ruido, miedo y mucho frío». Aunque recuperados de esa conmoción inicial, reconoció que bastaba elevar la mirada y comprobar en las torres de la Castrense las consecuencias del temblor. «Cierto es Señor que nos acordamos de ti cuando tenemos miedo y, ante tu imagen hay que pedir perdón… Somos seres humanos y, como tal, cometemos errores, pero en lo que confío es en que seamos capaces de arrepentirnos».

Miedo y refugiados
Afirmó que este 2016 es diferente porque la sociedad mundial «tiene miedo por culpa de seres irracionales que siembran el terror en forma de atentados, pero también debemos sentir vergüenza por cómo estamos respondiendo a una realidad a la que estamos obligados a dar una solución» como es el de la llamada de los miles de refugiados que huyen de sus hogares. «Perdona al mundo, perdónanos a todos y cada uno de nosotros por pensar que esta crisis humanitaria se puede resolver en un despacho, por creer que es una cuestión de cuotas y no de personas, de vidas y de futuros», rogó.

Paloma Suárez recordó las palabras del santo padre que, en relación al drama humano de los refugiados afirmó que «esta crisis, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias», porque como apunta el Papa Francisco, «la sola acogida no basta; no basta con dar un bocadillo si no se acompaña con la posibilidad de aprender a caminar con las propias piernas. La caridad que deja al pobre como está no es suficiente».

La pregonera identificó en El Humillado, «cada lágrima, cada mirada, cada rostro de la desesperación, de la huida y del castigo», por lo que, «arrepintiéndonos del daño ocasionado y lamentando que haya personas que no perdonan, que no quieren perdonar o que, sencillamente, no saben perdonar, miramos a nuestro corazón y, alzando los ojos para fijarlos en tu mirada, rezamos el Padre Nuestro».

Tras sus palabras el hermano mayor de la Cofradía del Humillado le hizo entrega de un diploma que le acredita como pregonera del acto de desagravio, al tiempo que le regaló una reproducción en cristal del Cristo Humillado.

Procesión
Pasadas las nueve de la noche dio comienzo la procesión. Los penitentes, vestidos con capa, cinto y manguitos de color rojo y túnica negra, flanquearon el trono de Nuestro Padre Jesús Humillado, una elaborada y bella talla confeccionada por los imagineros malagueños José María Jiménez Guerrero y Diego Fernández Rodríguez, que procesionó por primera vez en 1999 y que forma parte de la Cofradía más joven de Melilla que en 2014 cumplió su cuarto de siglo.

El Humillado habla de un hombre-Dios vejado por la gleba romana, coronado con una lacerante trenza de espinas de la que brotan regueros de sangre que enturbian el santo rostro. La belleza de la talla, con el rostro de un Cristo doliente coronado por las potencias de su divinidad, motivó sin duda al ambiente de seriedad y respeto que primó en todo el recorrido del Martes Santo melillense. Este martes de viento de poniente y resaca de noche lluviosa no impidió a los creyentes a echarse a la calle y arropar su Semana Santa.

Las calles sirvieron de cortejo al cadencioso vaivén del trono en su lento avance, acompañado con el ritmo de un tambor destemplado y la Banda de Música Ciudad de Melilla que para la ocasión interpretó varias marchas. Delante, la Cruz de Guía desnuda, los nazarenos y las mujeres ataviadas con mantilla y peineta como marca el protocolo para el luto real. Detrás, los Hermanos Mayores Honorarios y Melilla en las calles.

Jesús Andújar

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