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Orígenes, de erudito a perseguido

El caso de Orígenes fue el primer conflicto entre un cristiano originario y la autoridad jerárquica eclesiástica, es decir la incipiente Iglesia en formación. La lucha por la Verdad era ya en aquel tiempo una lucha por el poder por parte de un sistema dogmático, que con brutal violencia procedía contra los que pensaban de forma diferente.
En el siglo III se prohibió incluso la lectura de los textos de Orígenes, y la persona que no quería hacer peligrar su vida no se podía oponer a esa prohibición. Por tanto ya en el siglo III después de Cristo, fue el poder de esta Iglesia en formación la que, con una brutalidad extrema, quería triunfar sobre la verdadera enseñanza de Jesús. Y para ello se servía de todos los medios a su alcance. Verdaderamente de todos los medios, tal como lo demuestra la cruenta historia de la Iglesia.

Sorprendentemente Orígenes pasó en poco tiempo de ser un erudito de fama mundial y protegido por el obispo de Alejandría Demetrio, a estar perseguido por este mismo obispo cuando su orgullo herido y envidia le hicieron condenarle. ¿Pero por qué no se podían leer las obras de Orígenes cuando se trataban de textos cuya ausencia de falsedad podía demostrar precisamente la propia Iglesia de aquel tiempo? ¿Por qué tenía que ser eliminada tambien la persona que propagaba enseñanzas revolucionarias y verdaderas? Sencillo, si la Iglesia de aquel tiempo no hubiera prohibido la enseñanza de la preexistencia, es decir de la reencarnación, dicha institución nunca hubiera crecido tanto y nunca habría podido atar tan masiva y fuertemente a millones de almas y hombres en todas las épocas.

Fue precisamente Justiniano en el siglo VI quien, 300 años despues, condenó las enseñanzas de Orígenes. El mismo emperador dictó los anatemas contra él declarando errónea la enseñanza de la preexistencia del alma y del restablecimiento de todos los seres caídos. De no haber sido así, la condenación eterna que enseña la Iglesia católica quedaría sin argumento alguno.

Un anatema siempre se pronuncia para condenar una enseñanza que se supone errónea. ¿Pero qué es una enseñanza errónea? El teólogo Castillion lo definió así: «Como herejes, personas con una enseñanza errónea, calificamos a todos aquellos que no comparten nuestro puntos de vista». La Iglesia católica exige para sí la exclusividad de la verdad. Por ese motivo, todo lo que difiere de su punto de vista es una herejía, una enseñanza errónea. Con la perdida del conocimiento de la Reencarnación se selló el destino de la humanidad que quedó a merced de la Iglesia. El miedo al infierno y el arrogarse un poder “mágico“ para perdonar los pecados otorgaron a la Iglesia un poder inimaginable.

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