Carta del Editor MH, 24/9/2023
Enrique Bohórquez López-Dóriga
Melilla, madrugada del sábado 23 de septiembre. Leyendo, me había acostado muy tarde la noche anterior. Pensaba despertarme a la 8, pero, como es habitual, a las 6,30 horas me despertaron los varios altavoces de las cercanas mezquitas, llamando a oración a los musulmanes fieles a la religión y compitiendo, los usuarios de los altavoces, para ver quién gritaba más.
Sé que en Marruecos no existen leyes, ni reglamentos, que controlen el ruido de las mezquitas que pueda molestar innecesariamente a los ciudadanos. También sé que en España, Melilla incluida, sí existen esos reglamentos, que afectan a todos, muecines incluidos. De la misma manera, sé que en Melilla no se cumplen, en lo que a las mezquitas se refiere, esos decretos, de manera que a mí, como a otros muchos melillenses, nos despiertan cuando los muecines quieren, no cuando nosotros queremos despertarnos.
Estamos obligados a despertar, no a que nos despierten
En la Edad Media no había despertadores, ni teléfonos móviles, ni muchas grandes aglomeraciones ciudadanas. Era comprensible que, desde las iglesias y las mezquitas, se llamara a la oración. Hoy, evidentemente, ya no lo es.
Que se mantengan las tradiciones es, en general, bueno, cuando sirven para algo positivo. Molestar innecesariamente a los ciudadanos con ruidos evitables debería ser evitado, simplemente cumpliendo la ley, base y sustento de cualquier democracia.
Vuelvo a insistir, como hice tiempo atrás, que me parece muy bien que los que quieran rezar, recen, al Dios que quieran. Lo que insisto en decir es que, hoy, en esta época, no es necesario que ni las iglesias, ni las mezquitas, ni nadie (vendedores ambulantes, por ejemplo) utilicen altavoces tronadores para recordar nada a nadie. Lo que quiero es que se cumpla, o se modifique, la ley. Cómo defendió Sócrates, a costa de su vida, por cierto.
No hay otro motivo para la amnistía -el gran tema de este tiempo- que no sea el interés personal de Sánchez en mantenerse en el poder
Estamos obligados a despertar, no a que nos despierten. Despertar en todos los sentidos. Por ejemplo, en ser conscientes, hablando de la política (todavía) española, de que la cuestión es que no hay otro motivo para la amnistía -el gran tema de este tiempo- que no sea el interés personal de Sánchez en mantenerse en el poder y que, desgraciadamente, no importan tanto las razones como el relato, como escribió el gran Cuartango en el diario ABC del viernes. Espero y deseo que la manifestación de hoy, en Madrid, contra la amnistía de Sánchez sea un rotundo éxito. Sería muy importante para España y para que los españoles despierten.
Despertar para ser conscientes de que, como decía el melillense Miguel Platón en su columna de ayer en nuestro periódico, “La política nacional se ha convertido, en buena medida, en una competición de despropósitos. Recuerda una sátira adjudicada a Ramón del Valle Inclán: “Dicen que hay en Bombay terrible peste bubónica y aquí estrena Echegaray; ¡mejor están en Bombay!”
Despertar para comprender que mienten ministros como el nuestro de Exteriores, el casi cómico Albares, que insiste en que “la hoja de ruta con Marruecos -fronteras incluidas- se cumple y que la españolidad de Ceuta y Melilla no está en duda”. ¿Para Marruecos tampoco? ¿La frontera comercial con Marruecos está cerrada para los productos españoles o no?
Despertar para darnos cuenta de que Melilla no saldrá de su marasmo económico si no se privatiza su actual y comunista (todo es público) situación. Y pronto, no con esta parsimonia con la que el actual Gobierno local, tan personalista, está enfocando la situación
Despertar para darnos cuenta de que Melilla no saldrá de su marasmo económico si no se privatiza su actual y comunista (todo es público) situación. Y pronto, no con esta parsimonia con la que el actual Gobierno local, tan personalista, está enfocando la situación.
Leyendo la biografía del hombre más rico del mundo, Elon Musk, de Walter Isaac, me llama la atención una frase : “Aceleraremos el ritmo de la innovación a medida que las empresas compiten para diseñar y construir nuevos medios para transportar personas y materiales más allá de nuestra atmósfera”. Son palabras del ex presidente demócrata norteamericano Barak Obama, en 2010, para defender el hecho de que confiar en empresas privadas -como la Space X de Elon Musk- no suponía que Estados Unidos estuviera abandonando la exploración espacial. Los hechos demostraron lo acertado de su apuesta: a lo largo de la década siguiente, y dependiendo fundamentalmente de Space X, Estados Unidos enviaría al espacio más astronautas, satélites y suministros que ningún otro país.
Es una experiencia más, a gran escala, del demostrado hecho de que la innovación y el consiguiente progreso, no pueden depender de lo público, de lo burocrático. Lo de “el partido del progreso” no es más que un mantra, la conversión propagandística -lo que Orwell denunció- de la verdad -el atraso- en mentira -el progreso. Es, el mío, otro grito más a favor de que en nuestra Melilla -está ciudad laboratorio- se empiece a liberar de una vez la estructura económica pública, comunistoide, que no atenaza. Y que el actual Gobierno despierte y empiece a actuar sobre lo que es vital -fastos aparte- de una vez.
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Obligados a despertar
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