Tras haber cruzado el ecuador de una legislatura indecente, resulta inútil cualquier análisis político convencional, basado en una clave de coherencia. En la España actual no hay más política que la que conduzca a la continuidad del todavía presidente, Pedro Sánchez, en el palacio de la Moncloa.
Al servicio de la causa, tanto Sánchez como la manada de borregos sanchistas secundarán todo tipo de disparates: mentiras, traiciones, propagandas, ingenieras sociales, legislaciones demenciales, favorecimiento de los derroches de dinero público y cuantas tropelías se les puedan ocurrir.
La situación es de emergencia institucional, sólo neutralizada por la actuación de la gran mayoría de jueces y fiscales, altos funcionarios, medios de comunicación independientes y la opinión pública, como ponen de relieve las encuestas.
El Gobierno intenta neutralizar esa resistencia, con iniciativas como el proyecto de reforma de la Justicia que promueve el impresentable ministro de Justicia, Félix Bolaños, aunque su éxito es por lo menos dudoso.
El deterioro de la posición gubernamental se ha trasladado incluso a las vacaciones presidenciales, cuya nota distintiva ha sido la obscenidad: 23 días en la residencia de la Mareta, más tres en Andorra. La Mareta se ha convertido en un hotel “todo incluido”, al servicio de familiares y amiguetes, con cargo a los impuestos de los contribuyentes. La obscenidad se completaba con unas medidas de seguridad tan exageradas como indecentes: un cinturón de varios centenares de metros en torno al edificio y hasta patrullas marítimas para reservar el uso de la costa, lo cual es una manifiesta ilegalidad, por muchas razones de seguridad que se esgriman.
Semejante despliegue no tenía nada que ver con las vacaciones de la primera ministra italiana, Georgia Meloni, a la que Sánchez y su banda descalifican por considerarla de extrema derecha. La señora Meloni estuvo en un pueblo, sin medidas excepcionales de seguridad, se mezclaba en la calle con la gente y se pagaba su alojamiento. Es la diferencia entre una demócrata y un autócrata.
Sánchez vio alterada sus vacaciones por los incendios, que también visitó sin atender a los vecinos y de acuerdo con la más rancia doctrina de propaganda nazi: el líder no debe estar presente en acontecimientos negativos y si no tiene más remedio que acudir, debe contrarrestarlos con una oferta positiva. El ministro alemán de Propaganda, Joseph Goebbels, ocultó a Hitler tras la derrota de Stalingrado e intentó neutralizar el desastre con su discurso sobre la “guerra total”. Sánchez ofreció un pacto de Estado sobre la “emergencia climática”, un concepto polémico sobre el que no ha hecho nada después de siete años y que ha fracasado en su intento de comprometer y descalificar a la oposición.
El todavía presidente se ha lucido también al impulsar al presidente de la Generalidad de Cataluña, Salvador Illa, para reunirse en Bruselas con el golpista prófugo, Carles Puigdemont. Con ello el sanchismo ha escalado una de las cimas de la indecencia. El presidente catalán no ha podido caer más bajo.
Pedro Sánchez ha sido también excluido de los foros relevantes de la política internacional. No ha sido convocado a ninguno. Preside un gabinete en el que hay comunistas en puestos destacados, se excluye del resto de la OTAN, presenta iniciativas extravagantes -como que lenguas minoritarias sean oficiales en la Unión Europea-, sus familiares directos están siendo investigado por la Justicia y protagoniza una constante posición antisemita.
Las operaciones de Israel en Gaza sólo son una excusa, como se ha puesto de manifiesto en el boicot a la Vuelta Ciclista. No eran apoyos a los palestinos, sino a los terroristas de Hamás. Su principal impulsor ha sido un terrorista de ETA, condenado en sentencia firme Los manifestantes son la misma gentuza que jalea unos terroristas responsables de miles de atropellos, incluidos casi un millar de asesinatos.
Para completar el numerito varios ministros han apoyado a la gentuza. ¡Hasta el ministro de Exteriores, José Manuel Albares!
Y el fiscal general del Estado, García Ortiz, pontificando en la apertura del Año Judicial, a pocos días de que le abran juicio oral.
Lo dicho, no hay política, sino la mera supervivencia de Sánchez y sus compinches.
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