La Cuaresma comenzó el miércoles de ceniza, el 17 de febrero, y finaliza el Jueves Santo (1 de abril).
Es tiempo de oración, ayuno y abstinencia. Tiempo de renovación y conversión.
Tras la celebración de los carnavales, días de fiesta, colorido y buen humor, sin apenas tiempo para recuperarnos y reaccionar, nos encontramos inmersos en el “Miércoles de Ceniza” y en la “Cuaresma”.
Tenemos la sensación de que al pronunciar esta palabra, debemos tener un semblante adusto, serio e incluso triste. ¡Se acabó la alegría! ¡Ha llegado la hora de la “conversión”.
Ahora bien, si esto es así, tendríamos que preguntarnos si vivir este tiempo merece la pena.
“Convertirnos” ¿Para qué? ¿Para perder la alegría? ¿Qué decir ante esto? Quizá, lo primero de todo, tratar de ponernos de acuerdo en lo que significa “conversión”.
Ante todo significa “des alimentarse” , “dejar de ser otro”.
En este Miércoles de Ceniza, en esta Cuaresma una vez más se nos invita a ser sinceros de verdad, con nosotros mismos; mirarnos sin miedo y aceptar nuestra debilidad, e iniciar un proceso de crecimiento que nos permita realizar el sueño de Dios sobre nosotros.
Con el signo penitencial de la ceniza, que viene de la tradición bíblica y que se ha mantenido hasta hoy en la costumbre de la Iglesia, se quiere significar la condición del hombre pecador, que confiesa externamente su culpa ante el Señor y expresa su voluntad interior de conversión, confiando en que el Señor se muestra compasivo con él.
La fórmula de la imposición de la ceniza en la actualidad es:
“Conviértete y cree en el Evangelio”
Todo esto es lo que el simbólico Miércoles de Ceniza quiere anunciar para esta Cuaresma que comienza.
La ceniza que se utiliza proviene tras quemar las palmas que fueron bendecidas en el Domingo de Ramos del año anterior.
El hecho de poner una cruz de ceniza en la frente se debe a que en la Iglesia primitiva, las personas se colocaban la ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad con un “hábito penitencial” para recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo.
Al igual que el Adviento, el color de la Cuaresma es el morado, pues ambos son tiempos de preparación.
El Miércoles de Ceniza y todos los viernes de Cuaresma, así como el Viernes Santo son días de vigilia, es decir, no se come carne. La razón es porque con ello los católicos honran la penitencia de Jesús que pasó cuarenta días en el desierto, durante los cuales ayunó.
ORACIÓN: Bendito eres tú, Padre
Bendito seas, Padre
por esta gracia y este tiempo;
por concedernos un momento oportuno
de preparación a las fiestas pascuales.
Bendito eres tú, Padre,,
porque llamas a cada uno de los creyentes
a emprender de manera más personal y consciente
su compromiso de seguir a Jesús, tu Hijo
y nuestro Hermano.
Bendito eres tú, Padre
por interpelarnos
en lo profundo y radica de la vida
y por liberarnos de nuestras seguridades falsas
y de los ídolos secretos
que construimos sin cesar.
Bendito eres tú, Padre
porque nos das tu Espíritu,
el único que puede convertirnos
el único que puede atravesar
nuestros pensamientos,
el único que puede darnos un corazón de hijos,
según el corazón de tu Hijo Jesús.
Padre, que esta Cuaresma,
unidos a la multitud de los que marchan
por la senda del Evangelio,
sea el tiempo propicio de nuestra vuelta hacia ti,
Dios único y verdadero.
M.A. Mañas.
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