Categorías: Opinión

Memoria del Rey

La memoria del rey Juan Carlos I, ya cansado de la vida pública, es la memoria de lo mejor y lo peor de nuestra reciente historia. De la dictadura forjada a semejanza de los fascismos emergentes en los años treinta del siglo pasado a una homologable democracia occidental.

Con su figura en el gozne del tránsito. Abrir las puertas de aquel régimen franquista desde fuera hubiera ocasionado males de mayor cuantía con toda probabilidad. Solo una criatura del propio régimen, como él lo fue, según lo pactado con el dictador por su padre, don Juan, a finales de los años cuarenta del siglo XX, podía abrirlas desde dentro.
Y así lo hizo, poniendo a España en condiciones de saciar su hambre atrasada de libertades en el marco de una Monarquía inclusiva, hospitalaria, que, como pronto se pudo comprobar, terminó asumiendo los malogrados valores de la Segunda República, luego recogidos en la Constitución de 1978 y aplicados como no lo habría hecho mejor un sistema formalmente republicano.

En la punta de aquella pirámide institucional estuvo Juan Carlos de Borbón. En las duras (un intento de golpe de Estado el 23-F y otros de los que no se supo demasiado) y en las maduras (ingreso de España en el Mercado Común o los Juegos Olímpicos de Barcelona).

Pero también estuvo en los infaustos años previos a su abdicación (2 de junio de 2014), marcados por un considerable retroceso de la imagen de la Monarquía. Y eso debe anotarse asimismo en la hoja de servicios del rey emérito. Naturalmente, en el debe.

Los casos de corrupción que afectaron a una parte de su familia y su propia falta de ejemplaridad (llegó a pedir perdón públicamente a los ciudadanos) precipitaron la sucesión en el trono en la persona de su hijo, Felipe Vl, al que le ha tocado esforzarse en la remada para recuperar parte del prestigio perdido por la institución, tal y como se ha venido reflejando en las encuestas.

Pero las luces son más que las sombras en la trayectoria del hombre que, junto a Adolfo Suárez como ejecutor, desde el principio tuvo claro que no quería ser el continuador de un autócrata sino el impulsor de una Monarquía Parlamentaria moderna como acogedor marco de libertades y de progreso. Y ese anhelo sí lo vio cumplido. Es lo que finalmente dirán los libros de historia. Que bajo el reinado de Juan Carlos I España vivió en paz el periodo más fecundo de su historia.

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