Las feroces rachas de viento que soplaron durante gran parte de la mañana fueron transitando a lo largo del día en una noche quieta y gélida, donde un invierno más cálido de lo habitual aún da sus últimos coletazos en una Melilla ya primaveral.
Pero este inconveniente meteorológico se esfumó inmediatamente una vez que la imagen de Nuestro Padre Jesús El Humillado ‘abrigó’ con su protección y su perdón a los numerosos fieles que se congregaron a las puertas de la Iglesia Castrense de la Inmaculada Concepción que esperaban expectantes su salida del templo para iniciar su estación de penitencia en aquella noche de Martes Santo.
Y es que eso fue precisamente lo que pidió Carmen Méndez al Humillado en el acto de desagravio: protección y perdón.
Perdón “por no haber entendido lo que intentabas enseñarnos: vivir en paz los unos con los otros”. “Vivir como verdaderos hermanos, amándonos y respetándonos. Apoyando en lo que necesitan, denunciando las injusticia, acallando las murmuraciones”, señaló.
“Hoy, en nuestro siglo XXI, hay lugares donde las personas nacen como tú, en la más absoluta miseria, y miramos para otro lado”, lamentó. “Cerramos nuestra puerta, y (lo que es) mucho más grave, nuestro corazón”.
Sin dejar de mirar a los ojos de la sagrada imagen, Méndez subrayó “el sufrimiento” del Humillado ante la delicada situación de la comunidad cristiana en diversas partes del mundo: “perseguidos, acosados, discriminados e incluso asesinados por el terrible delito de seguirte y ser fieles a ti”.
“Vemos como una intolerancia secular expulsa tus enseñanzas de la sociedad y, si es posible, incluso del corazón de las personas. Todo ello, con un único fin, la transformación de la sociedad con la imposición de una nueva ética y moral absolutamente secular donde tú no tengas cabida”, denunció.
“Estos nuevos valores están perfectamente diseñados. La gran pregunta es: ¿qué consecuencias tendrán y el porqué de su imposición?”, preguntó, mostrándose convencida de que “el tiempo nos dará la razón”. “Y tal vez sea tarde si no ponemos remedio”.
“Simplemente buscan que paguemos por lo más valioso que tiene el ser humano: la libertad. Libertad que conseguimos siguiendo tu mandato, tus pasos y tu camino”.
La talla de El Humillado es obra de José María Jiménez Guerrero y Diego Fernández Rodríguez en 1999.
El Cardenal y Arzobispo General Castrense por aquel entonces, Monseñor José Manuel Estepa Llaurens, bendijo las nuevas imágenes el 6 de marzo de aquel año en la Iglesia Castrense de la Inmaculada Concepción.
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