Fernando Samper se destaca en un evento del Club Marítimo de Melilla. Un momento significativo para la comunidad.
Carta del Editor. MH, 22/10/2025
Enrique Bohórquez López-Dóriga
Cuando me levanto por las mañanas, temprano, lo primero que hago es leer el periódico mejor impreso del mundo, el MELILLA HOY. En general leo declaraciones de “autoridades” (en Melilla hay casi más autoridades que ciudadanos con voz y escuchados), representantes públicos y asimilados, políticos en el poder o en la oposición, que están sumamente contentos de conocerse, se premian o se atacan sin descanso unos a otros y declaran -con una indeterminación apabullante- que todo lo que ellos hacen va muy bien, frases -por citar solo un ejemplo- del tipo: “El Fondo Social Europeo 2021-2027 en Melilla contribuye a mejorar la empleabilidad, la inclusión social y la formación”, como recogimos en nuestro periódico el sábado pasado.
Soy, además de editor, economista, y veo/padezco el panorama económico -terrorífico- de nuestra ciudad, esta ciudad comunista en la que casi todo es público
Soy un empresario en Melilla, al que los amigos recomiendan que sea más optimista, que “carpe diem”, que disfrute del hoy. También soy, además de editor, economista y veo/padezco el panorama económico -terrorífico- de nuestra ciudad. Compruebo, un día tras otro, que la empleabilidad privada en Melilla -esta ciudad comunista en la que casi todo es público- no mejora, sino todo lo contrario, la inclusión social es una falacia y la mejora de la formación una broma pesada, en un ambiente dominante de intentar todos, especialmente los jóvenes, no trabajar, ser colocados/enchufados en algún lugar público, con sueldo fijo y responsabilidad cero. Y carpe diem, aprovecha el presente ante la constancia de la fugacidad del tiempo.
El jueves 30 de octubre, a las 20 horas, en la Librería, tendré ocasión de comentar el Tomo III (y los otros, el I y el II) de mi Historia Vívida de un Editor. Espero contribuir a que, entre todos los melillenses, empezando por los que acudan al evento, podamos ir encontrando las soluciones que necesitamos para salvar y hacer prosperar a nuestra Melilla española
El riesgo, el peligro, es consubstancial con la naturaleza humana, con la vida social. Consubstancial e inevitable. MELILLA HOY nació hace más de 40 años y medio, afrontando y superando ataques y riesgos mayores que los de Ulises en su Odisea (eso me pareció a mí, en aquel entonces). Los tres libros que he escrito sobre la historia moderna de Melilla (cubren el período 1985-2024) tienen el mismo título: MELILLA, ESPAÑA, EN PELIGRO. Los subtítulos varían: “De la revolución islámica de 1985 hasta abril de 1999”, es el del Tomo I; “Desde Mustafa Aberchán (Coalición por Melilla), año 1999, hasta Juan José Imbroda (Unión del Pueblo Melillense), año 2004”, el del Tomo II; “Desde Juan José Imbroda, PP, año 2005, hasta el mismo Imbroda en 2024. “Veinticinco años más del MELILLA HOY”, el del Tomo III. Y siempre un denominador común: MELILLA, EN PELIGRO.
Ya estamos a finales del año 2025 y Melilla, en la España de las Autonomías, sigue sin tener Autonomía, sigue siendo una ciudad económicamente comunista (con el inevitable desastre económico propio del comunismo), padeciendo la vecindad de un vecino que quiere echarnos, con el padecimiento de un presidente español al que le importa un pepino que nos echen y con una composición poblacional que puede ser una bomba.
¿Sigue estando Melilla en peligro? Me gustaría contestar que no…pero no puedo, ni creo que deba, hacerlo. Por cierto, el jueves 30 de octubre, a las 20 horas, en la Librería -que tan bien funciona y tanta falta hace en nuestra ciudad- tendré ocasión de comentar el Tomo III (y los otros, el I y el II) de mi Historia Vívida de un Editor. Espero contribuir a que, entre todos los melillenses, empezando por los que acudan al evento, podamos ir encontrando las soluciones que necesitamos para salvar y hacer prosperar a nuestra Melilla española.
España entera está en peligro. La inflación devora los sueldos, resumía el diario ABC del jueves pasado. Tenemos/padecemos una sensación de empobrecimiento generalizado. España ha perdido el vínculo entre crecimiento y bienestar. No hay estabilidad sin poder de compra; la mejor política social no es repartir subsidios, sino garantizar que el trabajar vuelva a merecer la pena.
A modo de ejemplo, el absentismo: 1,5 millones de españoles faltan a su trabajo cada día. El absentismo causa un agujero de entre el 3% y el 3,5% del Producto Interior Bruto: unos 45.000 millones. La competitividad de la economía española sufre, las empresas se ahogan – el coste directo del absentismo para el tejido empresarial ha superado ya los 4.600 millones de euros , sin incluir costes indirectos, un 62% más que en 2019.
El domingo, en el Club Marítimo, asistí a una muestra más de la enorme diferencia que hay entre gestión privada -el Club- y gestión pública -la Hípica
Mientras, Sánchez sigue en el palacio de La Moncloa, aunque es increpado en cada intervención pública y se va por la puerta de atrás en cualquier acto público abierto. “La última llamada”, es una serie de cuatro capítulos en Movistar, una magnífica anatomía del poder perdido a través de cuatro expresidentes: Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, extraordinariamente bien analizados por José F. Peláez, en el ABC. El peor, sin duda, Zapatero. Y algo curioso: Rajoy, dice Peláez, no puede caminar dos metros sin hacerse fotos, firmar autógrafos y estrechar la mano a diez señoras. Quizá el éxito no sea muy diferente a eso. Y lo que le espera a Sánchez -les recomiendo el libro de Carlos Cuesta: “El número 1. Sánchez y el desafío totalitario a la democracia española”- cuando sea expresidente, será muy diferente a lo que le pasa hoy a Rajoy, por ejemplo.
El Real Club Marítimo, Melilla tuvo una de sus jornadas de gloria el domingo pasado. Invitado por mi extraordinario -por tantos conceptos- amigo Fernando Samper, acudí a un acto del Club lleno de felicitaciones, premios y efemérides, entre ellas, medallas de oro a los socios que han cumplido más de 50 años como tales. Tuve ocasión de saludar a muchos amigos, de muchos y de pocos años, y también disfruté de la muy buena situación del Club. Buena situación que contrasta con la mala de mi querida -desde la infancia- Hípica. Asistí el domingo a una muestra más de la enorme diferencia que hay entre gestión privada -el Club- y gestión pública -la Hípica. ¿Es imposible cambiar la gestión de la Hípica? Yo creo que no, y Melilla necesita, mucho, ese tipo de cambios.
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MELILLA, ESPAÑA, EN PELIGRO
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