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Marruecos y el eterno problema socialista

Es probable que a algunos les parezca extraño este titular para un artículo. Pensarán que lo lógico sería hablar del PSOE y el eterno problema marroquí. Pero lo cierto es que el asunto en cuestión nos lleva siempre al partido político de marras y a su ambigua posición ante el reino alauita. Es por ello que el problema no es Marruecos sino el PSOE, algo que suele obviarse a menudo.

Todo esto viene a cuento del último viaje del señor Zapatero a los territorios ocupados del Sahara Occidental con el fin de participar en un foro financiado por el sultán dictador y organizado por la asociación Crans Montana, de origen suizo. Lo cierto es que Zapatero no está haciendo más que seguir la hoja de ruta marcada hace más de tres décadas por Felipe González. Por tanto, aún sin exculpar a este pobre imbécil, lo cierto es que el problema es la política exterior fraguada desde el PSOE durante varios años y cuyo fruto más evidente son las recientes declaraciones de una tal Carmen Chacón que ha dicho en Radio Nacional, en justificación del viaje de Zapatero, que la posición del PSOE ante el problema del Sahara Occidental sigue siendo la misma de siempre.

Exacto, es la misma, apoyar a Marruecos. Hace unos meses el señor Zapatero acudió al foro Medays en Tánger, donde afirmó que el plan de autonomía era la mejor opción para solucionar el problema del Sahara Occidental. Es decir, que la mejor solución es que el Sahara sea marroquí. Algo más tarde acudió a Marraquech a defender la política de derechos humanos del sultán dictador. Ahora va al Sahara Occidental, a la antigua Villa Cisneros, nos imaginamos para qué, porque su sola presencia ya sirve de apoyo a las tesis marroquíes.

Todo el barullo mental del PSOE en torno a esta cuestión se inicia en los primeros años de gobierno del partido, a partir del año 1982. La profunda carga ideológica de la formación política que lideraba el tal González forzó un viraje terrible en la acción exterior del Ejecutivo que, básicamente y al tener mayoría absoluta en el Congreso, fue la misma que la del partido. Así, partido, Gobierno y Estado junto a su acción exterior, se convirtieron en una misma cosa. El planteamiento del Gobierno socialista entonces fue acercarse a Marruecos, refundar las relaciones, romper con la política de equilibrio del Gobierno anterior y practicar una política global en el Magreb, esto último irrealizable debido a la limitación de recursos disponibles.

Uno de los medios para llevar a cabo esa política fue el relanzamiento de la cooperación y la asunción de un presupuesto polémico que suponía de facto la renuncia a determinados intereses nacionales a favor de otros que, supuestamente, serían comunes entre ambos Estados y que servirían para forjar una alianza y relación de amistad. Aquella formulación se hizo bajo el estúpido calificativo de ‘política del colchón de intereses’. Desde entonces el Gobierno español renunció a determinadas cuestiones vitales para zonas como Melilla y Ceuta, Canarias, el estrecho del Gibraltar o el Sahara Occidental, haciendo saltar por los aires el único concepto estratégico de interés para España tras el desastre del 98, el eje Baleares-Estrecho-Canarias. A su vez, mostró incapacidad para solucionar otras cuestiones como la pesca, las migraciones desaforadas de marroquíes primero y subsaharianos después y por último, defensa de intereses económicas en el marco comunitario de la UE.

El último error fue caer en la tentación de defender intereses marroquíes en España y la UE. Así, el lobismo promarroquí en España tan solo es comparable al existente en Francia, donde el reino alauita deja cientos de millones de euros al año con el único fin de comprar voluntades. La consecuencia de todo ello es evidente y la plasma a la perfección el señor Zapatero. El es sólo la punta del iceberg, el último eslabón. Seguirá haciendo daño todos estos años porque cree que hace lo correcto, seguir los dogmas anclados en el planteamiento exterior del PSOE y también del PP, pues ha asumido parte de esos postulados. Nadie quiere cambiarlos al considerar que el coste de hacerlo en las relaciones con Marruecos sería superior a los beneficios obtenidos, sin embargo esto es solo especulación.

Sí hay posibilidad de cambiar determinados aspectos del fundamento de esa relación y cuanto más tardemos en hacerlo será peor. Por cierto, el foro de Dakhla no ha recibido apoyo de ningún gran organismo internacional pues saben perfectamente el terreno que pisan. Es por tanto un fracaso de la diplomacia del sultán. Lamentablemente el PSOE sigue sin darse cuenta.

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