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Esta semana termina oficialmente la temporada de playas. El 17 de septiembre será el último día en que estarán disponibles los servicios que hacen de nuestras playas un lugar de ocio más cómodo y seguro para todos. Entre ellos, el servicio de salvamento, en el que una treintena de jóvenes han trabajado duro durante todo el verano para que niños y mayores se sientan más seguros mientras se dan un chapuzón o pasean por la costa. El balance de este verano nos deja, como suele ser habitual, muchas asistencias por picaduras de medusas, heridas y al menos una decena de rescates de consideración, además de numerosas intervenciones derivadas de la imprudencia y el incivismo. La nota amarga la hemos tenido en los dos fallecimientos que se han producido en nuestras playas en esta temporada de playas, a pesar de que en ambos casos el servicio de salvamento hizo todo lo que pudo para evitar el triste final. Hacía varios años que las playas de Melilla no registraban víctimas mortales. Para la supervisora del servicio de salvamento, Inmaculada Morales, han sido las primeras y cuando habla de aquellas dos intervenciones, recuerda que personalmente fueron para ella los peores días del verano por la impotencia de no haberlo podido impedir pese al enorme esfuerzo que hizo tanto ella como su equipo en ambos casos.
“La sensación que te queda después de aquello es horriblemente mala, porque hicimos todo lo posible, pusimos todo lo que estaba en nuestra mano, y no pudimos cambiar el final”, rememora la supervisora tanto en el caso del hombre que falleció por un infarto como en el rescate fuera de la zona de baño hace justo hoy una semana. Sin embargo, la conciencia está tranquila en todo el equipo: “lo dimos todo, más no se podía hacer”.
Es la sensación agridulce que queda en el balance de esta temporada de playas, en la que los socorristas, una vez más, han tenido que lidiar con multitud de situaciones derivadas de la imprudencia y la falta de concienciación por parte de algunos bañistas que no son conscientes del peligro que entraña el mar y, sobre todo, las acciones arriesgadas. Afortunadamente, en eso se va avanzando poco a poco, tal y como han podido comprobar Morales y su equipo, que con la vigilancia permanente de nuestras costas han evitado que la cifra de víctimas se haya disparado.
Este verano han tenido alrededor de una decena de rescates de consideración. Uno de ellos fue muy sonado, porque tuvieron que sacar del agua a seis personas que estaban en peligro a la vez. Los seis, miembros de una misma familia que se metieron en el agua sin saber nadar. La supervisora recuerda con exactitud todos los detalles. Era un día de levante en Los Cárabos, y cuatro niños se metieron en el agua pese al peligro que esa playa tiene por los remolinos que se forman por las corrientes pese a ser una playa interior. Sus abuelos, al ver que los pequeños estaban en apuros, se metieron en el agua a buscarlos y se encontraron en la misma situación. Prácticamente todo el equipo de salvamento tuvo que implicarse y sacar uno a uno con las embarcaciones.
Falta de concienciación
“Toda la playa entera aplaudió cuando terminamos”, rememora Inmaculada Morales, que lamenta no obstante algunas de las situaciones límite que tienen que vivir los socorristas por el riesgo que asumen algunos de los bañistas. En este cupo pueden entrar desde los que no atienden las banderas del estado de la mar hasta los que se tiran desde las rocas tanto en Aguadú como en la Ensenada de los Galápagos, que son cada vez más a pesar de la cantidad de heridos que registran esos saltos tan peligrosos.
La supervisora del servicio de salvamento reconoce que no hay potestad para prohibir esos saltos, pero se pregunta hasta qué punto tienen los vigilantes que poner su vida en juego para atender el deber de socorro hacia una persona que no cumple con el sentido común o con la normativa en el caso de la bandera roja. La preparación de los socorristas permite solventar esas situaciones sin agravarlas, pero eso no significa que no haya dificultad en las actuaciones.
Por ejemplo, recuerda Morales el caso de un chico que este verano se tiró desde el montecito de Galápagos y calculó mal, cayendo sobre las rocas. Se fracturó la tibia y el peroné y tuvieron que ser los socorristas quienes acudieran en su auxilio para sacarlo de la zona empedrada, ya que la ambulancia no podía llegar. Con la embarcación pudieron llevarlo hasta el puerto deportivo, donde ya recibió la asistencia sanitaria. Otro chaval también se hizo un estropicio en la boca desde ese mismo punto, el montecito de la Ensenada de los Galápagos, que está cada vez más concurrida pese al esfuerzo que hacen los socorristas para evitarlo.
Precisamente por eso, Galápagos es una de las playas más conflictivas de nuestro litoral. También Aguadú por los trampolines de las rocas, así como Los Cárabos por el peligro que conlleva las resacas cuando hay viento de levante. Por eso es tan importante hacer caso de las banderas, algo que muchos melillenses no tienen en cuenta.
Para cambiar esa visión, la Guardia Civil ha puesto este año algunas sanciones al respecto, y también a las motos de agua que se cuelan en la zona de baño para presumir, algo que el servicio de salvamento valora por el peligro que supone. También Morales agradece el apoyo que este verano, nuevamente, han recibido de la Policía Local y del 112, con el que ella personalmente como supervisora tiene un contacto constante.
Un equipo muy preparado
Pero las mejores palabras son para su equipo, formado por 30 socorristas, tres enfermeros y tres patrones de embarcación, que este miércoles se despedirán de las playas donde han estado de manera permanente desde las diez y media de la mañana hasta las ocho de la tarde. Inmaculada Morales destaca la preparación de todos ellos, que cuentan con el curso de desfibrilador y fueron los mejores en las pruebas de selección, donde tuvieron que superar exámenes físicos, teóricos y entrevistas personales.
Cada año se presentan más jóvenes a estas pruebas para vigilar nuestras playas en verano. Antes de que arrancara esta temporada, fueron alrededor de 60 los que hicieron las pruebas. Casi la mitad se quedó sin puesto. La preparación es continua durante todo el año. Sin embargo, otro de los elementos indispensables de los socorristas es la motivación, algo que Morales destaca sobre todo porque más que grandes nadadores, lo que este trabajo requiere es no bajar la guardia pese a ser muchas horas las que están bajo el sol y bebiendo agua para no deshidratarse.
Los melillenses lo valoran, algo que los propios socorristas han podido percibir. “La gente es muy agradable con nosotros, pero nos hemos tenido que ir ganando el respeto año a año. El primer año nos miraban con otros ojos, y ahora hasta salen en nuestra defensa y nos ofrecen la merienda porque ven que estamos muchas horas en nuestros puestos”, destaca Morales.
Sin embargo, eso no cambia que los miembros del servicio de salvamento sigan manteniendo como una de sus reivindicaciones la necesidad de que los melillenses sean más cívicos y, sobre todo, cuidadosos a la hora de ir a la playa. Por ejemplo, son muchos los niños que aún se ven sin manguitos, a pesar de que no saben nadar. Este verano se han dado muchos casos que, por descuidos, los padres no han estado atentos a sus hijos y éstos se han metido solos en el agua.
Tras el susto, algunos de los padres han llegado incluso a reprochar a los vigilantes que no estuvieran pendientes de los niños. Los socorristas son claros en este sentido al recordar que ellos deben estar vigilando la zona de baño donde uno pierde el pie, ya que ahí es donde se supone que el bañista pierde el control en caso de que se desplome o sufra un imprevisto. “Nosotros no podemos estar pendientes de la orilla, donde se supone que son los padres que tienen que estar controlando a sus hijos pequeños, y mucho menos cuando tenemos a mil cabezas que controlar”, subraya Morales.
Falta de civismo
La falta de civismo es otro de los aspectos en los que también hay que seguir avanzando. La supervisora destaca que de las aproximadamente 700 asistencias que lleva el servicio de socorrismo en esta temporada de playas, muchas son por heridas por vidrios, anzuelos o carboncillos de quienes van a fumar con cachimba y no se lleva los residuos. Por eso Morales pide que el próximo verano, los melillenses sean más cuidadosos para que todos puedan disfrutar de la playa con la máxima seguridad y tranquilidad posible.
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