Me produce cierta melancolía el hecho de visitar un mercado público de nuestra ciudad. Quizás sea debido a que mi vida ha estado ligada en cierta manera al Mercado Público de La Unión, uno de los más grandes de España.
Melilla es un lugar que tiene varios mercados públicos como sabemos todos, y también reconozco a la Administración de la Ciudad Autónoma los esfuerzos que ha llevado y está llevando a cabo por la remodelación y el arreglo de los mismos en materia de conservación. Sin embargo, desde mi perspectiva, esto no basta.
El mercado público, en sí, es un lugar de venta en el que las frutas y verduras que se muestran suelen ser del día. No hay mejor lugar para comprar los productos frescos que en un mercado público, ya que vienen directamente de la lonja. Lo mismo tengo que decir del pescado. Se ve claramente que el género que se vende del mar es fresco y está en muy buenas condiciones para el consumo, si hablamos a nivel general, ya que también hay excepciones.
No obstante, tenemos que tener en cuenta que los tiempos que corren, son tiempos de máxima competitividad, tanto en los precios como en el horario de venta. Y esto es un problema para que estas entidades que forman parte de nuestro patrimonio sigan funcionando de una forma eficiente. Para que esto sea una realidad, no solo hay de dejarlas bonitas para su contemplación, sino rentables para quienes trabajan en ellas, ya que son los comerciantes quienes le dan vida al edificio.
Con todo lo citado, quiero referirme a que mientras que los supermercados tienen una apertura que va desde las nueve de la mañana a las nueve de la noche. O sea, durante doce horas. Los mercados públicos tienen un horario de apertura que va desde las ocho de la mañana hasta las dos y media o tres de la tarde.
En definitiva, nuestros mercados tienen un horario de apertura inferior al resto de las tiendas y supermercados . Concretamente tienen justo la mitad de tiempo para vender su género…Y creo que esto no es justo. No lo es ni para los comerciantes, ni para los usuarios que preferimos comprar los productos envasados en los supermercados y los productos frescos en los mercados. Además, con la incorporación de la mujer en el mundo laboral. Es precisamente cuando cierran éstos, cuando se puede ir a comprar a los mismos. Es fácil adivinar que cuando nosotros compramos en un lugar durante unos pocos días, ya nos hacemos clientes fijos de ese punto de venta y es casi imposible que vayamos el sábado al mercado a comprar mercancía.
Esta es una idea que la Ciudad Autónoma debería de tener en cuenta, ya que una cosa tenemos que tener clara…Por muy bonito que sea un establecimiento, si no es productivo, acaba por desaparecer…A no ser que sea demasiado valioso, y entonces se cobre una entrada solo por la visita, pero desde mi perspectiva, en nuestra ciudad no se dan esas circunstancias.
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Los mercados de nuestra ciudad
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