Decía hace unos días el otro hora poderoso barón socialista y ex Presidente de la Junta de Extremadura durante 24 años, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que en su partido no habían sabido resolver bien la sucesión de Felipe González y que de ahí venían todos los males que afligen desde hace tiempo al partido fundado por Pablo Iglesias, el verdadero.
No sé si esa es la única razón, porque tengo para mí, que el PSOE también está recogiendo lo sembrado por José Luis Rodríguez Zapatero en sus siete años al frente del Gobierno de la Nación -concepto discutido y discutible para el ex-Presidente- y en los once que estuvo en la secretaría general del partido.
Lo cierto es que el PSOE está en un continuo "vivo sin vivir en mí". Hace siete meses eligieron en unas elecciones primarias que fueron ejemplares a Pedro Sánchez, pero el nuevo líder está continuamente cuestionado por sus propios compañeros de partido, empezando por quien le aupó a la secretaría general en las citadas primarias, Susana Díaz. Con cuatro procesos electorales en el horizonte inmediato -andaluzas, municipales y autonómicas, catalanas y generales- las perspectivas electorales de los socialistas no son nada halagüeñas. La encuesta hecha pública por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) hace unos días le asignaba la tercera posición, a bastante distancia del PP y, sobre todo, superado por Podemos, que era el dato de la encuesta realmente grave para los socialistas.
A pesar de estas circunstancias, el secretario general del PSOE acaba de abrir otra crisis en su partido, destituyendo fulminantemente al líder socialista en Madrid, Tomás Gómez. Y lo ha hecho con un argumento cierto -en las encuestas la intención de voto del PSOE en Madrid era muy baja- pero incompleto, porque por el mismo motivo, Sánchez tendría que fulminar a los dirigentes de su partido en Comunidades Autónomas como Cataluña, País Vasco o Navarra, donde el PSOE puede ser cuarta o quinta fuerza política.
Además, con su decisión, Sánchez se ha cargado el discurso de la democracia interna, de las primarias, del que tanto estaban presumiendo, con motivo, los socialistas. Porque conviene recordar que Tomás Gómez fue elegido hace sólo cuatro meses en primarias como candidato de su partido a la Comunidad de Madrid. ¿Cómo se sentirán los militantes del PSOE madrileño que ejercieron entonces su derecho al voto para elegir al candidato? Ahora, Sánchez quiere que el sustituto de Gómez al frente de la candidatura sea elegido sin primarias. Sin duda, un retroceso en términos democráticos, aunque visto lo que sucede en otros partidos, en el PP sin ir más lejos, algunos puedan pensar que no es para tanto.
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